La vida en el pueblo

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Primeros auxilios y medicamentos

 

A parte de acudir a los menciñeiros y compoñedores, más o menos conocedores del oficio, había gran cantidad de recetas caseras para toda clase de males. El caso era dejar para el final, como último recurso, a los médicos de la capital. Creo que ha quedado ya bien patente mi opinión sobre alguno de los representantes de esa profesión, pero creo mi deber advertir, junto con las autoridades sanitarias, no automedicarse, y recomendar la consulta con su médico o farmacéutico, antes de poner en práctica algunos de los consejos aquí recogidos. Cuando acaben de leerlos, sabrán porqué lo digo.
Cortaduras.- Si se producían en casa, lo primero que había que hacer era coger una tela de araña (cosa bastante fácil de encontrar), y ponerla sobre la herida para cortar la hemorragia. Seguidamente se le ataba un trapo más o menos limpio. Si el corte se producía en los prados, cosa frecuente al segar la hierba con hoz, se buscaba una topera fresca, donde se cogía un poco de tierra que se echaba sobre el corte. Según me dijo mi hermana Carmen, siendo yo muy niño, la vecina Edelmira do Maroto (que era deficiente mental) me dio con un sacho en la cabeza. Ello me produjo una gran herida de la que empezó a manar gran cantidad de sangre. Al no haber manera de cortar la hemorragia, alguien sugirió que me echaran azúcar.
Torceduras.- Baños de salmuera, a poder ser del baño en que estaba la carne de cerdo puesta a salar. También se podía entablillar si había pequeña rotura, mojando asimismo con salmuera.

Magulladuras con derrame.- Cuando jugando en el río o junto a la fuente, revolviendo alguna piedra, aparecía una sambesuga (sanguijuela) la guardábamos dentro de una botella de vidrio. En el caso de producirse algún golpe con derrame, estas eran utilizadas para absorber la sangre.
Quemaduras.- Cortar rodajas de patatas y aplicarlas sobre la quemadura.
Carafunchos e negras.- Los carafunchos (forúnculo) y negras (tumor) eran muy frecuentes, posiblemente debido a la mala alimentación. Si estos eran pequeños, un buen tratamiento era que los lamiera un perro. Si eran grandes la solución era una cataplasma, las cuales podían ser de semilla de linaza o de papas levedas (nombre de unas hierbas). Las papas levedas se amasaban con grasa de cerdo, y en caliente se envolvían en una berza y se aplicaban a la inflamación. También se aplicaba una planta que hay en los muros, llamada carauquelo.
Orzuelo.- También era una enfermedad frecuente. Una cosa que se hacía para curarlo era quemar cadolos de millo (esto es la parte de la mazorca de maíz, una vez desgranada). Cuando los cadolos comenzaban a echar humo, se aprovechaba para ahumar el ojo.
Paletilla caída.-Se creía que este dolor era debido a un hueso que había en la boca del estómago o en la espalda y la única manera de curarlo esa levantándolo. Se comprobaba sentándose en el suelo y levantando los brazos. Al parecer, al hacer esto, se veía que uno era más corto que el otro. Entonces el enfermo cruzaba los brazos sobre la barriga y otra persona le cogía por los codos y poniéndole una manta, un saco o una chaqueta varias veces doblados en la espalda, ponía su rodilla en la manta, cogía al enfermo por los antebrazos y tiraba de ellos hacia atrás. Seguidamente se le hacían unas flexiones con los brazos, tras las cuales se levantaban de nuevo, consiguiéndose entonces que coincidieran.
Dolor de cabeza.- Un café era muy bueno.
Dolor de estómago.- Se consideraba buen remedio una infusión de manzanilla o hierba luisa con miel.
Dolor de barriga.- Se decía que una persona que hubiese matado
una tiopa (topo) con la mano izquierda, era capaz de hacer desaparecer dichos dolores, poniendo la mano sobre la parte dolorida. También había quien tomaba una copita de aguardiente o ginebra. Personalmente creo que más de uno simulaba estos dolores a fin de poder disfrutar de este remedio.
Cuerpos extraños en los ojos.- Cuando se le metía a uno una arenilla, etc., en el ojo la mejor solución era... escupir nueve veces.

Cansancio o falta de apetito.- Lo primero que había que hacer era sacar-lo aire, sobre todo si el paciente era un niño (ver capítulo aparte sobre el tema). Luego tomar huevos crudos, haciendo dos agujeros a la cáscara y sorbiendo directamente el contenido, o tomar las yemas de los huevos batidos con azúcar y jerez. Otro remedio era el aceite de hígado de bacalao, el cual había veces que aún estaba algo refinado y se podía tomar, pero otras era totalmente sabor a pescado podrido. Era cosa mala para el paladar llevarlo a la boca.
Estreñimiento.- Como purgante se utilizaba el aceite de ricino.

Sabañones.- Con el frío, los dedos de las manos se hinchaban, se ponían rojos y se agrietaban produciendo un escozor muy desagradable. Otras veces ocurría lo mismo con los de los pies y en las orejas. El remedio más común era orinarse sobre las llagas.
Hongo.- En una ocasión cobró gran fama por toda la comarca, y me imagino que por medio mundo, un hongo que se desarrollaba en infusiones de café, y que según decían era bueno para todo. Aquello la gente no se lo podía creer. El vecino le proporcionaba un poco de café con hongo, lo vertía en una vasija con café y al día siguiente este ya invadía toda la vasija. El remedio consistía simplemente en tomarse el café donde estaba el hongo. Mi madre le preguntó al médico de Baio (D. Braulio Astray) si me beneficiaría a mí el hongo, y este le respondió: -"No vale para nada, pero mi mujer lo está tomando" Ante la duda, lo tomé.