La vida en el pueblo

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Otras costumbres y anécdotas

 

Trueque.- Se utilizaba mucho, sobre todo en cosas de servicios. El pescado que nos traía la señora Elena (pescadera de Laxe) en una cesta a la cabeza o en un burro, con aserones de madera, se le trocaba por grano
o patatas. Cuando yo tenía 8 ó 10 años (todavía vivíamos en la casa donde nací) venían chatarreros ambulantes (quinquis ou quincalleiros) con caballerías y trocaban platos y tazas por las gomas de las alpargatas usadas. También lo hacían por chatarra, se llevaban camas metálicas a cambio de unos platos. En mi casa había unos quinqués preciosos, de la época de cuando no había luz. Guardé uno, como recuerdo, pero cuando vino el chatarrero, mi madre me obligó a entregárselo. En vista de aquello, y sin decir nada a nadie, escondí una pistola, que había traído el "Tío Pepe" del Brasil, junto con una bayoneta, un tridente y otras cosas. Nadie supo de ellas, ni siquiera cuando cambiamos de casa. Hoy las guardo como recuerdo.
Otro tanto debí hacer con el arca que mi tatarabuela Antonia Castiñeira Lema trajo para Fornelos, como dote, allá por el año 1830. La verdad es que no me atreví, porque la consideraba "patrimonio familiar" y creí que su lugar estaba donde había pasado más de 160 años. Desgraciadamente no fue así y mi sorpresa fue cuando, en el año 1992, fui a Fornelos para filmarla y, al preguntar por ella, mi cuñado me dijo que la había vendido, junto con un baúl que había traído el "Tío Pepe" del Brasil hacía más de 100 años. Le pregunté de donde era el tratante y al día siguiente (25 de julio) le localicé en Ponte do Porto, pero de la "hucha" no había ni rastro. Como consuelo tengo una fotografía (arca y baúl) y el detalle que hago de la misma en el "Árbol Genealógico de Romar". Una pena. Si para el anticuario tenía algún valor ¿cuánto más valdría para los descendientes de Antonia?.
Predicción del tiempo.- Aquí cada maestrillo tenía su librillo. Había dos publicaciones: "O Gaiteiro de Lugo" y "El Calendario Zaragozano". Este último se sigue publicando, y en diciembre de 1992 compré en Madrid el calendario Zaragozano para el año 1993. Se compraban en las ferias al finalizar el año y en ellos venían el calendario, los cambios de luna, la hora de salida y puesta del sol y un resumen del tiempo que iba a hacer durante el año. No cabe duda que las lunas se tenían en cuenta para infinidad de cosas: siembra, recolección, matanza y de manera especial para los cambios de tiempo. Había quien se fijaba también en la forma que tenían de recogerse las gallinas al gallinero. Recuerdo una vez que "Vasques", dijo:
- "Va¡ cambia-lo tempo. Vin un paxaro de dous peteiros"
Se refería a la abubilla, que cuando tiene el penacho recogido, parece como si tuviera dos picos opuestos. Este buen hombre también decía que en el monte del Castelo, había "unha viga de ouro".
Compadres.- El compadre era el amigo de la familia por excelencia. En algunos casos, más que un hermano. El día de la fiesta del pueblo, que era cuando se reunían las familias, no faltaban aquellos compadres más considerados. Comentaba mi padre que un conocido compadre de una familia de Fontefría se quejaba del trato que le daban el día de la fiesta, del siguiente modo:
-"Antes, na casa do meu compadre, había boas festas. Agora, desde que casou o fillo da casa, a nora pon un coitelo e un garfio a carda un, e así non ha¡ quen coma"
(Antes, en la casa de mi compadre, había buenas fiestas. Ahora, desde que se casó el hijo de casa, la nuera pone un cuchillo y un tenedor a cada uno, y así no hay quien coma)
Pedir con alimañas.- Era costumbre que cuando alguien cogía un lobo o un zorro (vivo o muerto) fuera por la puerta de las casas a pedir con él. Una alimaña menos era un alivio para todos, y se suponía que todos debían premiar (normalmente con unos huevos o unas pesetas) a quien las eliminase. En cierta ocasión (tendría yo 15 años), apareció muerto un zorro en la leira de Roxo. Fui a verle con Emilio das Pias y creo que con un hijo de Evarísto de Cotelo. Allí tramamos ir a pedir con él. Yo tenía miedo que se descubriese que nosotros no habíamos cogido el zorro, a parte de que olía mal (bien sea por su olor característico o porque llevaba tiempo muerto) y me negué a llevarlo. Los otros dos me convencieron y quedamos en que ellos llevaban el zorro, sujeto por las patas y colgado de un palo, y que yo llevaría la cesta para los huevos y que teníamos que decir que el zorro lo habíamos cogido con la ayuda de los perros y después de muchos trabajos. Recaudamos 63 pesetas y no recuerdo bien cuantos huevos, creo que unos 25 ó 30.