La vida en el pueblo

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Foto de la primera maestra y los primeros alumnos de la escuela de Fornelos allá por el año 1930

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La escuela

 

En la década de los treinta tuvo lugar la expansión de las escuelas por Galicia. Antes de designar un profesor titular, la Administración exigía un local para la escuela y casa para la maestra. Digo maestra, porque en la gran mayoría de los casos, se trataba siempre de una mujer. Mi abuelo tenía por aquel entonces una casa libre, y como mi hermano José Mª era inútil de ambos pies y le convenía que estuviera cerca, decidió aportar ésta y construir el local, el cual fue hecho con la colaboración de los vecinos, que aportaron su mano de obra gratuitamente.
Francisco Romero Lema en "Bayo en el Siglo XX" recoge con estas palabras el acto de la inauguración:
"El día 8 de marzo de 1931, se inauguró la escuela de Fornelos. Al acto de la inauguración asistió el ilustre político y famoso abogado de La Coruña, Diputado a Cortes que había sido por Corcubión don Benito Blanco-Rajoy Espada, a quien se debía la consecución de tal mejora. Se le obsequió con una comida, servida en el local escuela, a la que asistieron las autoridades municipales, algunos vecinos de Bayo y muchos de Fornelos. A la hora de los postres hicieron uso de la palabra don Juan Astray Vidal, don Francisco Romero Lema, don fosé Campos Núñez y don Benito Blanco-Rajoy Espada"
Mi abuelo, Andrés Romar Castiñeira, firmó el 1 de octubre de 1931 el arriendo de la casa de la maestra, el local de la escuela y un huerto de 1.612 m2, con el Ayuntamiento de Zas, por doscientas pesetas anuales. A esta escuela fuimos tres generaciones, desde los 6 a los 14 años, todos a la misma clase y durante el periodo de los meses de invierno. En la primavera faltábamos muchos días pues había que ayudar en las faenas del campo.
Como libros llevábamos el "Silabario", el "Catón" o el "Rayas", luego el "Manuscrito" y el "Catecismo", y por último la "Enciclopedia Primer Grado". Para escribir usábamos una pizarra rectangular, pulida y enmarcada en madera sobre la que se escribía con el pizarrín. Este era cilíndrico y, para no perderlo, se sujetaba con un cordón al marco de la pizarra. Con otro cordón se sujetaba un trapo para borrar la escritura, aunque lo normal era borrar con saliva y pasándole la mano. También utilizábamos la libreta, en la que se escribía con un lápiz o un plumín que se mojaba en el tintero que había en el pupitre. Otras veces las lecciones sobre escritura y cuentas se hacían sobre alguno de los tres grandes encerados que había en la clase. Los niños llevábamos los libros en una especie de cartera, y las niñas en bolsas, unas y otras hechas de género.
Por la mañana, y después de abrir la puerta la profesora, uno de los alumnos mayores entraba a recoger la bandera, mientras los demás nos quedábamos fuera. Luego, y mientras se izaba, con el brazo derecho levantado cantábamos el "cara al sol". Que yo recuerde, ninguno de los alumnos sabíamos que representaba todo aquello.
Si se llegaba tarde, al entrar se decía "Ave María Purísima" y la maestra respondía "Sin pecado concebida"; y se quedaba a la espera del correspondiente castigo. Durante la clase uno podía ser castigado de diversas maneras: nos podían pegar con la mano, con una regla o una varita de mimbre; nos ponían de rodillas con los brazos en cruz, a veces con algún libro en las manos o con una moneda en la nariz pegado a la pared. Otras veces se leía en voz alta, en el libro "Urbanidad", algún texto acorde con el motivo del castigo: deberes con nuestros estudios, deberes morales, el aseo y la higiene, deberes con la familia y con la patria, la mentira y la blasfemia, la cortesía, etc.
Sobre las diez de la mañana, tres o cuatro alumnas iban a abrir la puerta del gallinero a las gallinas que no "tuvieran el huevo". Esto era muy fácil de saber: se cogía la gallina se le metía el dedo por el culo (con perdón) y si se tocaba el huevo era que la gallina iba poner el mismo esa mañana. Entonces se soltaban todas menos "las del huevo", que se quedaban hasta más tarde que se hacía otra revisión.
En el recreo había infinidad de juegos. Quizá los nombres que voy a citar no sean exactos, pero más o menos eran: Can enfermo, queda, cintas, al floron, pita cega, a la hija de la reina, nesta casiña ha¡ lume, etc. En otro apartado diré como se jugaba.
El alumno que al llegar a los 14 años sabía leer en el "Manuscrito" (libro impreso, pero con letra de pluma), las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir)'y escribir más o menos correctamente, constituía todo un éxito digno de conmemoración.
Dª Camila, la profesora, reunía todas las condiciones necesarias para no serlo. Era muy variable, nadie sabía cuando se era amigo o enemigo, y con un "chisme" (muy propio de los pueblos) o una lambetada, se pasaba del bando de los buenos al de los malos o viceversa. Lo malo es que quien pagaba las consecuencias era el niño. Según tengo entendido era una gran bordadora, cosa que hacía durante la clase, a pesar de que sólo los jueves por la tarde le enseñaba esta actividad a las alumnas.
Durante la guerra civil, esta mujer, que hasta la fecha había sido de clara ideología comunista, viendo como los acontecimientos se iban decantando hacia el lado nacional, reunió a todas las mujeres que tenían máquina de coser (manual y para usos particulares) y prácticamente les obligó a pertenecer a la "Asociación de Mujeres al Servicio de España". En total reclutó nueve mujeres, entre ellas a mi madre. Su misión consistía en confeccionar ropa para las fuerzas nacionales, para lo cual tenían que sacar tiempo de sus trabajos en casa y en el campo. En cierta ocasión que pasó por Baio la presidenta nacional de la Sección Femenina de Falange, Da Pilar Primo de Rivera, la maestra fue a recibirla con su camisa azul con las cinco flechas bordadas, y pretendía que las mujeres del grupo le acompañaran con el mismo uniforme y desfilaran delante de la presidenta. No lo logró, aunque sí su asistencia al acto.
A pesar del pequeño tamaño de Fornelos, hubo un momento en el que hubo dos escuelas: la "oficial" del Estado, y la "extraoficial". Ello se debió a los numerosos problemas que tenía la maestra con los padres de los alumnos (ya he dicho que Da Camila no era la maestra modelo). Por aquel entonces había en Baio un maestro llamado Perfecto Garrido, que no tenía plaza por el Estado. Entonces Perfecto de Anido, que tenía siete hijos, le cedió un local en su casa para que viniese a dar clases a Fornelos. A éstos se unieron los tres hijos de Rial y los dos o tres más de Ambrosio. José Pazos "Dego", cuyos cinco hijos estudiaban en la escuela "oficial", los cambió a la "extraoficial". De Dombate vinieron tres o cuatro más, y mis padres me mandaron a mí, con lo cual se formó un grupo considerable.
D. Perfecto, como persona, era muy bueno. Como profesor no voy a juzgarle, aunque de gramática nos dejó bastante huérfanos. También era algo distraído. Cuando D. Perfecto llamaba a los pequeños a dar la lección, el primero en levantarse era Moncho, el tercero de` los hermanos "Dego". Este cogía el "Rayas Primera Parte" por una de sus páginas, concretamente la siguiente a la del abecedario y la recitaba de memoria:
-"Abecedario chaleco fanega hijo kilo llamada pequeño serrano tuviese rayita mazo" (Como se puede ver, el valor pedagógico de esta letanía residía en que contiene, casi ordenadas, todas las letras del alfabeto)
-"¡Muy bien!, para mañana la lección siguiente"- contestaba el profesor
Y al día siguiente Moncho volvía a levantarse y recitaba... la misma lección. Cuando el profesor se dio cuenta, había transcurrido ya algún que otro mes, y la mayoría de la clase nos sabíamos la lección de memoria.
De los que íbamos a esta clase, fuimos a continuar los estudios fuera del pueblo una media docena: José Pazos hizo magisterio, su hermano Perfecto hizo perito industrial, Moncho creo que lo dejó en bachiller por problemas económicos, uno de Dombate creo que hizo medicina, otro plantó la eclesiástica y yo hice perito mercantil.