La vida en el pueblo

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Fornelos

 

En uno de los viejos papeles, cuya lectura y estudio constituyen hoy una de mis fuentes de entretenimiento, una escritura de compra-venta firmada en el año 1781, entre el suegro del hermano del abuelo de mi tatarabuelo (¡ahí es nada!) y su hermano, residente en Madrid (como yo), se cita así el lugar del que proceden:
"... naturales del lugar de Fornelos, Feligresía de Santa María de Baio, Jurisdición de Vimianzo, Arzobispado de Santiago, Reino de Galicia"
Hoy diríamos que pertenece a la parroquia de Baio, Ayuntamiento de Zas, Partido judicial de Corcubión, Provincia de A Coruña, Comunidad Autónoma de Galicia.
Hasta el siglo XVIII o XIX, Fornelos debía ser el núcleo más importante de la parroquia de Baio. Así lo podemos ver en el trazado urbanístico, muy conjuntado, con manzanas de hasta cinco casas y sin huerto (cosa que no solía suceder en las pequeñas aldeas de Galicia). También se puede apreciar en el catastro de 1753, que el pequeño comercio estaba en Fornelos, aunque el escribano residía en Baio.
Sobre el nombre de mi pueblo he ido juntando una serie interesante de datos. En Galicia hay al menos una veintena de pueblos (aldeas, parroquias y algún Ayuntamiento) que llevan el nombre de Fornelos. Fornelo en gallego quiere decir horno pequeño u hornacina. Donde yo nací existe un monte que se llama Fornella, en el cual, según me dijo Manuel do Maroto (Manuel Ameijeiras) antes de marcharse a Buenos Aires, había un dólmen que destruyó mi abuelo materno, Ramón López de los Reyes, para construir con sus piedras su primera casa, allá por el año 1884. No he podido contrastar este hecho. Si así hubiera sido, debo pedir en su nombre perdón a la humanidad, aunque sé que mayores barbaridades se han cometido en este mundo. El famoso dólmen de Dombate, situado a 2 kilómetros de Fornelos, se conocía con el nombre de "a Fornella de Miranda", y en general, a los dólmenes, esas construcciones megalíticas cuyo origen era por entonces desconocido, se les llamaba fornos dos mouros. La palabra mouro tiene en Galicia dos significados. Uno es el de "moro". Como se sabe, durante la expansión musulmana por España, los árabes llegaron también a Galicia. El mismo Almanzor llegó a llevarse las campanas de la catedral de Santiago de Compostela. Después de la Reconquista no quedaron muchos signos visibles de su paso, pero sí gran cantidad de historias y leyendas, muchas de ellas relacionadas con princesas moras encantadas y con las enormes riquezas que los árabes habían tenido que dejar escondidas en su apresurada huida. El otro significado es menos claro, y haría referencia a los habitantes que poblaban la antigua Galicia, antes de que los echaran de allí, según dicen las leyendas, Carlomagno y los Doce Pares de Francia. Como se puede observar, en cualquier caso, Fornelos es un topónimo derivado del nombre que popularmente se le daba a los dólmenes.
Fornelos es un pequeño valle de tierras de labor, rodeado totalmente de pinares que le separan de otras aldeas. Situado a tres kilómetros de Baio y a siete del puerto de Laxe, en plena Costa da Morte, sus gentes se dedican básicamente a la agricultura. Tiene Fornelos una hermosa y abundante fuente de agua, al lado del río principal, a donde tenían que ir más del cincuenta por ciento de los vecinos a buscar el agua para la comida, limpieza y ganado. Esta era transportada en sellas y cubos (en ambos casos metálicos o de madera). Había quien llevaba la sella en la cabeza y uno o dos cubos en las manos, y en otros casos la sella, un cubo y un niño pequeño en el brazo que le quedaba libre. Por término medio este trabajo se hacía al anochecer, después de darse una buena paliza trabajando en el campo doce o catorce horas.
Los lunes era el día de lavar la ropa, trabajo reservado a las mujeres. En la fuente cada vecino tenía su lavadoiro (losa de piedra), en algunos casos con la inicial de la dueña grabada en el mismo. Al tiempo que se lavaba se hacía un resumen de la semana y un repaso por los temas de "actualidad". A veces la cosa pasaba de las palabras, y se terminaba con algún que otro baño en la fuente. Algo parecido ocurría cuando se iba a buscar el agua, donde la fuente guarda celosamente, sin duda, multitud de secretos.
A lo largo del río que cruza Fornelos, hay cinco molinos de agua de los cuales hoy sólo funcionan malamente tres o cuatro. De ellos tres funcionan como una cooperativa en la que, de acuerdo con los derechos de propiedad, cada vecino tiene asignado día y hora para usarlo. El hecho de que sólo hubiera una llave, y el uso del reloj no estuviera todavía muy extendido, daba origen en muchos casos a discusiones, riñas y alguna que otra vez, a terminar por irse a las manos. Cuando en el año 1850 se hizo la partija de bienes de Antonio Romar Lema y su esposa Francisca de Leis Varela, padres de mi tatarabuelo, en uno de los apartados dice:
"... media pieza en el molino de Abajo, de quince en quince días, una vez de noche y otra vez de día" (hoy pertenece a mi hermano José María) El molino do Medio se cita en un arriendo de la Casa de Romelle en 1656. En otro documento de esta misma época se le conoce por el molino de Juan Miguez, personaje del que ya se hablaba hacía un siglo. Según el catastro de 1753, un antepasado mío por los Lema era dueño de una pieza en el molino da Fonte. El tercero de estos molinos es conocido como el molino de Abaixo, quizá el mas antiguo de todos. Los otros dos molinos, ya fuera de la cooperativa, pertenecían uno a mi padre y otro a mi padrino, el cual lo utilizaba para su propio servicio y para maquilar. "A Campeira" también tenía otro en un arroyo que baja del monte del Castelo, y Niquinoque uno eléctrico que utilizaba para maquilar.
El primer aserradero que tuvo Niquinoque trabajaba a vapor, consumiendo todos los residuos del propio aserradero. La sirena sonaba a las doce (hora solar), y hacía las funciones de reloj para la gente que estaba faenando en el campo en varios kilómetros a la redonda. Según Manuel do Maroto el silbato procedía de la locomotora de un tren y lo había traído de la guerra "o Vidaliño".
Hoy día Fornelos tiene buenas comunicaciones, pero aún recuerdo las dos carreteras que pasan por Fornelos (Baio-Las Grelas terminada en 1934 y Fornelos-Castrelo en 1935) hechas de piedra y barro. Tenían poco tránsito, ya que la mayoría de la gente se desplazaba a pie o en caballerías. La escasa circulación se reducía a camiones que transportaban madera de pino para los aserraderos y tablas para el puerto de Laxe, y autocares para llevar a la gente a las ferias y a los santuarios. También era frecuente ver camiones transportando viajeros, los cuales iban de pie y esperando que un frenazo o un bache los enviase al suelo. Afortunadamente con la velocidad todavía no había problemas, porque ninguno de estos vehículos pasaba de los 60 Km/hora, ni en las cuestas abajo. Si el desplazamiento era a A Coruña o a Santiago había que ir a Baio a coger el coche de la Empresa Guillén, concesionaria de la zona hasta 1948 en que traspasó sus derechos a Transportes Finisterre. Con la carretera apareció la primera bicicleta. Se la compraron mis padres a mi hermano José Mª en el año 1935 por treinta y cinco pesetas (era de segunda mano). En 1953 fue Baltasar Pazos quien compró el primer coche y, más tarde, mi hermano José Mª se compró por ocho mil pesetas un Chrysler PO-5265 de tres marchas y con un consumo superior a 20 litros a los 100 kilómetros.
Hasta la primera década del siglo XX pasaban por Baio coches tirados por caballos que iban desde Corcubión a A Coruña o Santiago, transportando viajeros y la correspondencia de la comarca. Entre 18 y 20 horas tardaba la diligencia en hacer el recorrido de 95 km. que separa A Coruña de Corcubión, según Pérez Lugín en "La corredoira y la rúa". A partir de esta fecha fueron sustituidos por distintas empresas de transporte. Hubo una época (ignoro concretamente cuál) en la que según mi prima María López Añón, mi abuelo materno, Ramón López de los Reyes, era el encargado de recoger el correo en Carballo y traerlo para Baio. También me dijo mi prima que el abuelo hacía los 60 kilómetros (ida y vuelta) de noche y en una mula, aprovechando el viaje para dormir, ya que de día trabajaba como cantero. Hasta 1948 había que ir a recoger el correo a Baio, por lo que todo vecino al que le cogía de camino aprovechaba para pasar por Correos. Si pasaban los días, no había más remedio que ir exclusivamente a por éste. Durante la guerra se iba casi todos los días, en espera de tener noticias de los vecinos que estaban en el frente y también para recoger el periódico. La mayoría de las veces iba mi hermano José Mª, a caballo, a recoger y repartir la correspondencia. Había vecinos que le daban por ello una "perra" (cinco céntimos) y otros un "patacón (diez céntimos), pero de la mayoría sólo recibía las gracias. En 1948 se implantó el servicio de correos a domicilio, aunque la mayoría de las veces el cartero terminaba dejando las cartas en casa de mi hermano y nosotros al salir de la escuela las recogíamos. El hecho de que luego nos olvidáramos de entregarlas no hacía sino incrementar el lento y mal servicio que teníamos. El cartero se llamaba Isolino, un entrañable y cosmopolita paisano, que cuando se le preguntaba por la vida, el trabajo o la familia siempre respondía: "0l raig, ol raig".
En mi casa se recibía el periódico "El Ideal Gallego" hasta que más tarde lo sustituimos por "La Voz de Galicia". Venía por correo y con el consabido retraso. Conservo uno enviado a nombre de mi abuelo Andrés, de fecha 1 de febrero de 1929, en el que se pueden leer, entre otras cosas, un amplio artículo sobre cual de los caminos vecinales, que unirían Zas con Brandomil o Baio con Laxe, debía tener preferencia en su construcción. Como muestra podemos citar algunas curiosidades:
"Noticias Nacionales: LEON, 31. -Lobo atropellado por un automóvil. El automóvil de línea de esta ciudad a Villablino atropelló, entre los pueblos de Omañón y Villanueva, un lobo de los varios que cruzaron la carretera en el momento de pasar el coche.
El conductor del auto, Ángel Beltrán, se apeó y auxiliado por varios viajeros remató la fiera, que estaba mal herida"

"Actualidad Deportiva: Adelantamos ayer, convocadas las `fuerzas vivas" del "deportivo" por la Directiva, se han reunido para tratar de un asunto de gravísima importancia. De tanta trascendencia era que, nada menos, que consistía en levantar la "galleta" a algunos jugadores, por decadencia física unos, y por poco cariño al Club otros"
"Anuncios: Bálsamo Celta: cura todos los dolores. El abuelito vive feliz a pesar de sus años ... ; Agua de Sungora: el mejor vigorizador de cabello, a base de azufre, limpia la cabeza, quita la caspa y estimula el crecimiento del pelo ... ; Mala Real Inglesa: viajes rápidos de La Coruña a Buenos Aires. Precio en tercera clase 613'50 ptas. En camarotes cerrados 648'50 ptas. La tercera clase está dotada de espléndidos salones, comedor, fumador y conversación. Camarotes cerrados de 2, 4 y 6 personas. Comida española servida por camareros españoles y amenizada por orquesta. "

También recibíamos una publicación de la cámara agraria que creo que se llamaba "La campiña". La casa de las Rivera recibía mensualmente "El Eco franciscano", el cual solíamos leer antes de entregarlo. Recuerdo que siendo niño, en los meses de invierno y debido al temporal, era frecuente quedarse varios días sin luz, y mi padre, para leer el periódico después de las agotadoras faenas del campo, usaba luz de "resinas". Estas resinas eran una especie de antorchas hechas con astillas de pino resinoso, generalmente de las raíces. Tenían el inconveniente de que cuando goteaban sobre el periódico éste comenzaba a arder. Siendo mi padre joven, iba a leerle el periódico a la cama a "o Coxo Bello" (mutilado de la Guerra de Cuba), el cual le pagaba un real por los servicios prestados.
El primer aparato de radio lo compró Xaquín da Crega (Joaquín Matias) en 1947. Cuando, más tarde, lo compró mi hermano, recuerdo ir con mi madre y otras vecinas a escuchar los sermones y las procesiones durante la Semana Santa. La primera cocina bilbaína la compró la maestra Da Camila Fernández de San Mamed, sobre el año 1934. La luz eléctrica se instaló en 1942, y el alumbrado público muchos años después, concretamente en 1986. El primer teléfono se lo instalaron a mi hermano José Mª el 21 de marzo de 1983.
Los días 8, 9 y 10 de septiembre se celebran las fiestas patronales de Baio, y el día 8 se celebraba en Fornelos una pequeña verbena con una charanga, delante del local de la escuela. Esta última se ha vuelto a celebrar en 1991, tras veintiocho años sin hacerlo.
Según el catastro de 1753, la parroquia de Baio estaba formada por 82 hogares, de ellos pude identificar como de Fornelos 25, aunque tenían que ser bastantes más. Según el censo realizado por mi hermano José Mª el 21 de diciembre de 1991, mientras escuchaba el sorteo del Gordo de este año (tras haber puesto una ramita de perejil en la capillita de la Virgen de la Milagrosa, a falta de San Pancracio), con un porcentaje de error muy bajo, el número de casas habitadas en Fornelos era de 49, y el de habitantes ascendía a 208 personas, de las cuales 19 eran emigrantes en Europa.
Este es mi pueblo, el pueblo donde nací, pasé mi infancia y parte de mi juventud. Y ésta la vida que me tocó vivir. Era una vida dura, muy dura, pero ahora, pasado el tiempo, desde el Madrid donde hoy resido, no puedo evitar el recordarlo con añoranza. Con cariño.