Obligaciones formales

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Herencias

 

Testamentos, herencias, legados, partijas, etc. son temas causa de muchos conflictos en Galicia. En la mayoría de los casos, los testamentos se hacían a favor del hijo que vivía en la casa patrucial, o sea, con los padres. Este solía ser el primogénito y a él le dejaban el “tercio de mejora”, el de “libre disposición” y por último, en el “tercio de legítima”, entraba a partes iguales con el resto de los hermanos. Incluso había veces que, por medio de supuestas ventas u otros documentos más o menos fraudulentos, cuando fallecían los padres y se iba a dividir la herencia, esta ya estaba total o parcialmente en poder del hijo de casa. Algo así sucedió entre mi tatarabuelo Luis Lema y mi bisabuela, como vimos en el capítulo dedicado a mis ancestros. Si la herencia estaba constituida como “vínculo” sencillamente no se dividía, y todos los bienes raíces pasaban al primogénito de la familia. El resto de los hermanos tenía pocas opciones. Algunos intentaban “colocarse” buscando pareja en la casa de donde procedía la mujer del primogénito. A otros se les pagaba la carrera de cura o se hacían “curas patrimonialistas”. Los que se casaban se llevaban una dote (normalmente en grano), y los que no prácticamente se quedaban como criados en la casa.
Había quien decía que esto era una forma de autodefensa de los padres de cara al futuro, pues si dividían sus normalmente pequeñas herencias, lo único que hacían era garantizarse quedar desamparados. Esto no convencía a muchos, sobre todo a los más agraviados en el reparto, y entonces se producían (y producen ya que todavía existen) peleas y pleitos dentro de las mismas familias.
Al ser pocas las parcelas que componían la partilla (partija) por ser unas aforadas y otras pertenecientes a vínculos, se dividía una finca, ya de por si muy pequeña, entre varios hermanos. Además, cuando sólo había una finca buena, todos querían parte de la misma. Todo esto sólo hacía aumentar el minifundio. Hay lugares donde muchas parcelas no llegan a los 100 m2, con lo cual es obligado trabajarlas a mano. Por otro lado cada división que se hacía daba origen a una servidumbre de paso, con lo cual a la hora de sembrar, hay que esperar a que terminen de pasar los anteriores para poder sembrar o cadullo, el cual en muchos casos no llega a la media docena de metros cuadrados. Evidentemente cultivar ese pedazo de tierra no es muy rentable, pero el que no lo hacía era tachado de preguiceiro (holgazán), cosa de la que nadie quería presumir. Entonces había que cavar a mano, sembrar ... y al final no se recogía lo sembrado. En el momento de la recolección la operación se invertía, y el último en sembrar tenía que ser el primero en recoger. En nuestra casa para ir a leira do Foxo, debíamos de pasar por más de una docena de fincas. Cuando se hizo la partija de bienes de mis abuelos, mi tío José quería tener una finca en cada agra, ello supuso segregar de dos parcelas un ferrado a cada una.
Hay infinidad de historias sobre las partillas, pero citaré una que hubo en Fornelos entre dos hermanas, una casada y la otra soltera que vivía con su padre, Ramón de Anido. Después de muchas luchas, palos, pleitos, etc., decidieron repartir la herencia en dos partes exactamente iguales, con la ayuda de un perito, que harto ya de tanta discusión hizo el papel del bíblico Rey Salomón. Empezaron por el menaje, repartido a partes iguales, una pieza para cada una. Cuando el número de piezas era impar se rompía una de ellas, preferiblemente la mejor, para que las dos que quedasen, aunque malas, fuesen lo más parecidas posible. Tenían también una parcela en la que variaba mucho la calidad del terreno de una zona a otra. Después de muchas vueltas, y a fin de compensar la calidad de la tierra, la dividieron en ocho franjas verticales iguales y otras dos fracciones más en uno de los lados, siendo para una de las hermanas las franjas 1, 3, 5, 7 y la superior, y para la otra las 2, 4, 6, 8 y la inferior. Así, en el supuesto de que una de las hermanas sembrara maíz y la otra trigo, en el mes de julio, tendríamos la camiseta del Betis vista desde el cielo.
Y puestos a retroceder en el tiempo, ya en el año 1622, Pedro de Romar (con toda seguridad antepasado mío) vecino de Santa Cecía de Roma, (lugar de Rus) tuvo un pleito con un vecino por una servidumbre de paso. (“Archivo Histórico del Reino de Galicia”) (Anexo 4). En los años 1741 y 1742, Antonio de Romar (tatarabuelo de mi tatarabuelo) vecino de Santa María de Salto (lugar do Mosquetín) tuvo otro pleito con su yerno Francisco López, posiblemente por la dote de su hija. Ignoro los problemas que hubo con la herencia de Antonio, pero no se firmó hasta 50 años después de su muerte, concretamente en 1805, fecha en la que se firma el cupo de su nieta Luisa Lema, fallecida en 1793.