El vínculo do Bao de Fornelos

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 EL VINCULO DO BAO

DE

FORNELOS

 

 
Ramón Romar López

 

 

                                                          

 

 

 

AGRADECIMIENTOS

                        Mi agradecimiento a todos aquellos que me facilitaron sus recuerdos, me dejaron ver sus documentos o me prestaron su ayuda. Lamentablemente muchos ya no están con nosotros, motivo por el que el agradecimiento es mayor. Sin su colaboración no se hubiese publicado “Ancestros y vivencias” ni esta biografía. Libros que sólo pretenden esclarecer y recordar el pasado de Fornelos.

 

A mis padres: Francisco y María

Alejandro Rojo López

Braulio Astray Romero

Cándido Fuentes López

Carmen Romar López

Consuelo García Espasandín

Enrique Rivadulla Portas

Estrella López Añón

Evaristo López Blanco

Gumersinda Vidal Blanco

Gumersindo Vidal Blanco

Gumersinda Rojo Pazos

Isaura Anido Amado

Jesús Blanco Pérez

José Ameijeiras Suárez

José María Romar López

 

José Blanco Durán

Rogelio Paz Martínez

Juan Rojo López

Lucinda Rial Perira   

Manuel Rivera Mosquera

Manuel Suárez Rodríguez

Manuel Rodríguez Oróns

Manuel Ameijerias Suárez

María López Añón

María Vidal Pose

María Rey Pereiro

Modesto Durán Castiñeira

Narcisa Anido Amado

Teresa García Bouzas

Xosé María Lema Suárez

 


 

Personal e Instituciones:

            A los señores curas párrocos de las dieciocho parroquias a las que recurrí, en busca de documentación para hacer los árboles genealógicos de la familia.

            Al Archivo General de Reino de Galicia

            Al Archivo Diocesano de Santiago

            Al Archivo de Simancas

            Al Archivo Municipal de la Villa de Madrid

 

 

            Por último a:

            Mis sobrinos María del Carmen Garda Rama, María José Martínez Garda, Manuel Rama Garda y Sandra Isabel Rama Romar, y a mis hijos. Todos trabajaron desinteresadamente.

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 Al ser Fornelos una aldea pequeña, sin ningún monumento o hecho histórico relevante, la documentación que hay es muy escasa. Pero investigando siempre se pueden conseguir cosas que a nivel local pueden tener cierto interés, y así recomponer un poco su historia.

 

 Como aficionado y autodidacta fui acumulando recuerdos a lo largo de mi vida, de manera más intensiva a partir del año 1978. Era el momento justo. Si hubiese tardado algo más ya nada hubiese sido igual. En 1980 murió mi padre, que era mi mayor referencia, y poco a poco, por ley de vida, se fueron muriendo todos aquellos vecinos que atesoraban en su memoria cantidades ingentes de recuerdos. Seguro que no tenían más memoria que nosotros, pero en su mente estaba concentrado todo aquello que sus antepasados les habían repetido una y otra vez.

 

A lo largo de estos años conté con grandes ayudas, especialmente con la de los vecinos. Muchos de los que figuran en el capítulo de “agradecimientos” tal vez no recuerdan la ayuda que me prestaron. Es verdad que no todos a los que recurrí tenían documentación que aportase algo a lo que buscaba, pero eso no priva de la buena disposición que tuvieron.

 

En esta historia se recoge la biografía de cinco generaciones de vinculeiros do Bao, aunque por distintos motivos sólo uno ejerció todos sus derechos: Juan Francisco López Gómez, que lo hizo durante 56 años. En ella se alternan: los testimonios orales de 12 vecinos, con 55 documentos escritos -49 de los archivos particulares de los vecinos de Fornelos- más de 70 anotaciones tomadas en los archivos parroquiales y algún que otro testimonio, que nos ayudará comprender mejor cómo vivían los vecinos de Fornelos en esta época. No se ha escrito una sola palabra de ficción. No fue necesario. La realidad la supera ampliamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

VÍNCULO

 

            Vínculo era una institución que unía las fincas al perpetuo dominio de una familia, y vinculeiro era el hijo primogénito varón, que heredaba los bienes vinculados. A los otros hermanos había que buscarle acomodo mediante bodas de conveniencia, entrando la vida religiosa o quedaban solteros y de criados en la casa del primogénito. De esta manera se acumulaban las fortunas en torno a un hijo, en detrimento de los otros.

 

El Vínculo do Bao de Fornelos (Baio – A Coruña) apenas duró 100 años, pero su historial está lleno de incógnitas. Sabemos quién lo fundó y cuándo, pero no sabemos de dónde surgieron los bienes que lo componían. Sabemos quién lo arruinó y cuándo, pero tenemos dudas de cómo fue. Da la impresión de que todo fue espontáneo y fugaz.

           

            Era un vínculo pequeño, aunque los familiares y vecinos lo catalogaban como una cosa grandiosa. Unos decían que pertenecía al vínculo todo lo que se veía desde las ventanas de la casa Vinculeiro. En este caso no podía ser mucho, ya que la casa estaba situada en una vaguada. Otros decían que pertenecía al vínculo todo el territorio que abarcaba el sonido de las campanas de la iglesia de San Mamed de Bamiro. Estos habían oído “campanas”, pero nada más. Es verdad que cobraba foros de: San Pedro de Vilar, Lamas, Bamiro, Fornelos y Borneiro, aldeas a las que podía llegar el sonido de dichas campanas, pero estas propiedades sólo representaban una parte insignificante de lo que podía abarcar el sonido de dichas campanas.

 

            También se le calculaba al vinculeiro una renta de una gallina y tres ferrados de trigo diarios, y varios corderos anuales. Por los datos que hay parece algo elevado, pero pudo haber sido cierto.

 

Su final fue tan triste que, 150 años después de su desaparición, todos los vecinos de Fornelos conocían la triste leyenda del que realmente fue el último vinculerio: José Miguel López de Parga. Según la tradición oral, jugó y perdió todos sus bienes, y sus hijos pasaron de ser hidalgos a la mayor de las miserias.

 

A veces, cuando oía comentarios sobre mi bisabuelo José Miguel, o entrevistaba a algún vecino, me preguntaba si aquel cúmulo de cosas absurdas habría sucedido. Pero cuando empecé a comparar la documentación oral con la escrita, llegué a la conclusión de que todo pudo haber sucedido. Ambas fuentes encajan perfectamente.

           

            Es verdad que quedan muchas incógnitas por resolver, quizá nunca se resuelvan, pero las que se conocen son lo suficientemente contundentes para ver c.omo sufre una familia por la irresponsabilidad de su máximo representante. 

 

 

 

 

 

 

 

 

FORNELOS EN 1758

 

            ¿Cómo era Fornelos en 1758? El Catastro del Marqués de la Ensenada hecho en 1753, cinco años antes de fundarse el vínculo, es una buena referencia para ver qué población tenía en estas fechas y en qué trabajaba.

 

 Según el “Libro de vecindario” del citado catastro, en la parroquia de Baio había 82 vecinos y 314 habitantes. En el libro sólo figura el nombre y un apellido –que podía coincidir o no con el de otros documentos- del cabeza de familia, a excepción de si había otro matrimonio en el mismo hogar, en este caso también figura el nombre del varón. Intentar saber cuales de los 82 vecinos pertenecían a Fornelos es prácticamente imposible. No obstante después de muchos años de investigación –y salvo errores- localicé 29 y tengo dudas en otros 3, que si los diéramos por buenos creo que estaríamos muy cerca del cien por cien. Estos 29 vecinos estaban compuestos por 125 habitantes.

           

Como en todas las aldeas, y hasta fechas muy recientes, sus habitantes eran labradores. Pero había dos clases de labradores: los que trabajaban en el campo y además tenían un oficio u otra ocupación reconocido, y los que sólo trabajaban en el campo, pero que si querían sobrevivir tenían que hacer chapuzas en todos los oficios: carpintero, cantero, cestero, herrero, fontanero, peluquero, etc. 

 

            Si analizamos el libro, veremos que el cabeza de familia de los 82 vecinos era: en 62 casos sólo labrador, 6 que era labrador con otra ocupación, 10 pobres de solemnidad, 1 párroco, 1 presbítero y  2 no dice lo que eran.

 

Al final, todos eran labradores. Los pobres porque si algún trabajo hacían era el de jornaleros. El párroco y el presbítero porque eran los labradores más fuertes con 5 y 6 criados cada uno. Y los dos que no cita, por olvido: una tenía que ser labradora, y él otro era hijo de escribano, su nombre llevaba don, vivía con su madre viuda,  y es de suponer que alguna tierra cultivaría.

 

            De los 6 que siendo labradores tenían otra ocupación, 5 eran de Fornelos y el otro no se sabe. A continuación detallamos los oficios de los 6 y su identificación. En cursiva figura lo que dice el libro, el resto corresponde a mis averiguaciones:

 

            Labrador y herrero.- Anttonio Mauricio Perez Labrador y errero Casado una sobrina Mayor. Estaba casado con Ana Vázquez. Era de Fornelos según un arriendo de 1725.

 

            Labrador estanquillero de tabaco y tejedor.- Andres da Casttiñeira Labrador y estanquillero de tavaco y Tejedor Casado una hija menor. De Fornelos según la partida de defunción de su mujer, María Meyro, en 1774.

 

             Labrador y sastre.- Francisco de Lema Labrador y Sastre Viudo, un hierno llamado Pedro Labrador Casado y este tiene un hijo menor. Francisco era viudo de Pascua Estévez. Era de Fornelos según su partida de defunción en 1766.

 

            Labrador y mercader de vinos al menor.- Joseph de Lema Labrador Casado tres hijas menores y es mercader de vino por menor. En el libro figuran José de Lema y José de Lema y Prado. El primero estaba casado como María Martínez. El segundo estaba casado con Liberata Anido y según el “Libro real” era vecino de Fornelos. En el año 1755 José y Liberata tuvieron un hijo en mayo, y José y María tuvieron otro en noviembre, como en la iglesia –en estas fechas- sólo ponían un apellido, para diferenciarlos, a este último le pusieron: José de Lema el Mayor, con lo cual, dan a entender que los dos eran de Fornelos.

 

            Labrador y tejedor.- Martin Juarez Casado Labrador y Tejedor Dos Hijos y cuatro hijas menores. De Fornelos según un arriendo de 1725, según su partida de defunción de 1776 y la de Margarita -su mujer- en 1777.

 

            Tabernera.- Pascua Rodriguez Tabernera Viuda. No hay datos de dónde era Pascua.

 

            Con estos datos, aparte de saber los oficios que había en 1753, también sabemos que la pequeña industria de la parroquia de Baio estaba localizada en Fornelos.

 

            Otros datos curiosos del “Libro de vecindario” son: de los 82 cabezas de familia, 12 se apellidaban Lema. Al menos 10 eran de Fornelos y a pesar de todo, hoy no queda ningún apellido Lema que descienda de estas familias. En realidad no queda ningún apellido de los 29 cabezas de familia. Queda Suárez y como segundo apellido, pero en aquel entonces se escribía Juárez, y queda Anido, pero no era cabeza de familia. El cabeza de familia era María Rodríguez  viuda de Matías de Anido maestro cantero, que vivía con un nieto llamado Antonio de Anido.

 

            Si nos vamos al “Libro de Respuestas Generales” veremos que en 1753, Fornelos tenía dos molinos comunales, el de A Fonte y el del Medio. También existía  el de Abaixo, aunque no figura en el libro. Debía pertenecer íntegro a la Casa de Romelle.

           

Cuando se hizo el Catastro, en Galicia apenas quedaban labradores dueños de sus tierras. Los pequeños propietarios eran ahogados por los impuestos religiosos y feudales y sus tierras terminaban cayendo en las manos de los más favorecidos. Las tierras que no pertenecían a condes, marqueses, mitras o monasterios; pertenecían a escribanos, eclesiásticos o comerciantes, los cuales fundaban vínculos o mayorazgos.

 

Fornelos no era ajeno a este panorama. Sus vecinos pagaban rentas por las tierras que cultivaban y por las casas en que vivían, incluido el propio “vinculeiro que aunque cobraba a muchos, también pagaba a otros.

 

Sólo con los documentos que obran en mi poder, sabemos que entre los siglos XVII y XX, los vecinos de Fornelos pagaban foros a las casas hidalgas de: Romelle, Trasariz, Daneiro, Aplazadorio, Soesto, Romero de Cánduas y  al Vinculeiro do Bao.

 

También pagaban rentas a otros muchos, entre los cuales posiblemente hubiese algún hidalgo: A la casa da Penela de Sarces (no sé si tenía algo que ver con la Torre da Penela de Silvarredonda), a la familia Martelo (últimos dueños del Castillo de Vimianzo), a Don José Chans (vecino de Corme), a Don Pascual Rosendo (vecino de A Coruña), a Don Juan Bautista y Ribera (vecino de Cee), a Don Manuel Cañizas (vecino de A Coruña), a la familia Labarta de Baio, a las escuelas Pias de Tras Outerio, al Iglesario de Baio, al Convento de la Cerca de Santiago, a la capilla de la Magdalena de Salto y a la Capilla de Santa Eirena, también de Salto.

 

Las partijas de bienes estaban plagadas de obligaciones: para pagar los foros por la casa y por las fincas, para las deudas con el cura, el carpintero, sastre, herrero, prestamista, etc.  Para muchos labradores, la gran mayoría analfabetos, tenía que ser muy difícil no sólo conseguir cosechas para pagar, sino llevar las cuentas de cuándo y cuánto tenían que pagar, ya que muchos pagaban rentas  a más de media docena de propietarios, y deudas a veinte o treinta. 

 

 

 

 

 

 

 

 

FOROS DE BAIO PEQUENO Y FORNELOS

 

            La historia de los vinculeiros do Bao empieza a fraguarse en 1725, cuando Juan López –más tarde fundador del vínculo- vivía en una de las casas que tenía el foro de Romelle en Baio Pequeno. Posiblemente en esta fecha ya era el cabezalero -persona que se entendía con el dueño del foro para cobrar y pagar el canon de todos- de Romelle, cargo que pasó de unos López a otros hasta, por lo menos, el año1890.

 

 En los años 1548 y 1549, dos años antes de fundar el mayorazgo de Romelle, D. Jorge Vázquez Caamaño, hace varias compras en Baio y Bamiro. En uno de sus apartados dice: “…heredades casal y casares árboles (…) molinos y resios…”. Más tarde, en los años 1620, 1655, 1656, 1657 y 1667, los propietarios del mayorazgo hacen diversas compras en Fornelos.

 

Con todas estas compras crean los foros de Baio Pequeno y Fornelos. El de Baio Pequeno tenía tres viviendas y el de Fornelos sólo tenía dos. Cuando hacen la compra de 1656, dicen que es buena para hacer una casa, y en un apartado que dice: “… asimismo el bau de Juan Miguez que esta sito en el rio del lugar de Fornelos y por la parte del nordes entesta con heredad de los Vidales y emprincipia de la salida del agua que corre al molino de dicho Fernan de Castro de Anllóns y por la de la travesia con el rio y por el solano con heredad de que finco Juan Ferreyro…”. En otro apartado dice: “… asimismo es condicion que a de arrancar la piedra para acer una casa en el resio de la cabana con que dicho don Juan pague a los pedreros…”.  No hay duda alguna de que esta casa sería, años más tarde, la casa del Vínculo do Bao.

 

Sabemos que la casa no era un gran edificio, aunque sí tenía dos plantas. En la superior había tres dormitorios y un salón, y en la inferior, aparte de la cocina, había una habitación con cerradura, según consta en un pleito de 1817. El resto de la casa es de suponer que estaría dedicada a las cuadras del ganado, como era costumbre hasta mediados del siglo XX.

 

A pesar de no ser una gran casona tenía escudo sobre la puerta principal, el cual desapareció en 1927 cuando se reconstruyó totalmente. Varios vecinos recordaban verlo, pero nadie supo explicarme su composición. Sólo recordaban que no era muy grande, que tendría medio metro de lado. Es de suponer que sus armas fuesen las de la Casa de Romelle.

 

La duración de un foro era muy variable, dependía del señor feudal, casi siempre era por un número elevado de años, y por lo general un número impar. Algunos eran perpetuos, tanto en el tiempo como en la cuantía, y otros eran casi perpetuos, como veremos seguidamente. Aunque cambiaran los aforadores o los aforados, rara vez  redactaban un nuevo documento, ya decía que era para los interesados “para sus hijos herederos y sucesores”.

 

Un ejemplo de cómo eran estos arriendos lo podemos ver en un documento muy interesante, tanto por su excelente letra como por lo detallado de su contenido, donde D. Juan de Caamaño Lama y Sotomayor, dueño de la Casa y Coto de Romelle, arrienda en el año 1689, la mitad de los bienes de Baio Pequeno: “…Andres Perez, para el YMarina dos Santos su muger y para sus hijos y herederos y sucesores (…) aforo al dicho Andres perez por las Vidas de tres majestades, Señores Reyes Ô Reynas que reynaren Enla Coronadeespaña subcesibos Unos Empos deotros, empezando ensuMagestad dn Carlos Segundo nuestro Rey y señor q Dios guarde y otrosdos magestades que ande Subcedieren y de veinte y nueve años más, Contados al fin de los dias del tercero Rey Ô rreina yenrenta Canone ypension en Cada Unaño (…) dequarenta ydos ferrados de trigo y quatro  gallinas buenas de dar ytomar y medio carnero y un azumbre ymedio demiel todoello bueno…”

 

En este caso, si seguimos al pie de la letra las condiciones, duró 90 años, ya que es de suponer que no se tuvo en cuenta el reinado de Luis I. Aunque en realidad duró hasta que las propiedades pasaron a manos particulares en el siglo XX. Sufrió alguna reestructuración, y la cuantía sólo tuvo dos pequeñas modificaciones: una a principios del XIX, por el cambio de domicilio del pago de la renta, y otra en 1868 por una compra que hicieron de una obligación que tenía el foro, y se lo repercutieron a los colonos.

 

En otros casos obraban de una manera muy distinta, como lo hizo el administrador del Pazo de Daneiro en 1911 cuando se dirige al Alcalde Municipal de Zás pidiéndole un acto de conciliación con: Andrés Romar, José Anido, José Pazos, Francisco Rey, Antonia López (soltera) y Josefa García Saavedra (viuda), todos ellos vecinos de Fornelos, para que reconocieran a los nuevos herederos. El inventario cita una casa y 24 fincas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JUAN LÓPEZ

 

            Según datos que hay sobre su hermano Domingo, pudo haber nacido en San Pedro de Vilar, pero lo más seguro es que hubiese nacido en Baio, donde residía la familia López, de la que desciende actual la casa de Goriña. Esto no se puede comprobar, ya que los registros bautismales de la parroquia de Baio no comienzan hasta 1725, y en esta fecha ya vive en una de las tres casas, hoy restauradas, que tenía el foro de Romelle en Baio Pequeno. Estaba casado con Cecilia Pérez, con toda probabilidad hija de Andrés Pérez, anterior colono en 1689. En otra de las casas vivía Antonio de Leis. Ambos pasaron a vivir a Fornelos, aunque no sabemos las fechas. Antonio era vecino de Fornelos en 1736, según la partida bautismal de Francisco Antonio, un niño expósito, hallado en la puerta de su casa. Y Juan lo era en 1741, según la escritura de compra de una finca.

 

En 1752 es el cabezalero de los foros de Romelle en Baio Pequeno y Fornelos. Cargo que, como dijimos,  posiblemente ocupaba antes de1725.

 

            En el Catastro de la Ensenada de 1753, en el “Libro de vecindario”,  los representantes de la parroquia de Baio son: Jacobo Ventín como mayordomo pedáneo, y Juan López y Anselmo Vidal como peritos. Curiosamente ninguno de los tres representantes sabía firmar, y hubo que recurrir a Andrés de Lema y Prado vecino de Fornelos, para que firmara el acta. Si nos basamos en los datos de este libro da la sensación de que Juan todavía no era muy rico: no tiene tratamiento de don -como lo tienen otros dos vecinos de la parroquia, aparte del cura y el presbítero- vive con su mujer, un sobrino y una sobrina menores, y dos criados, lo cual era poca gente para trabajar el foro y sus propias tierras. En el mismo libro hay otros dos vecinos con dos criados, y no digamos el párroco que tenía cinco o el presbítero con seis.

 

            En el “Libro de Respuestas Generales”, de dicho catastro, Juan es dueño del molino de Baio Pequeno. Es de suponer que con otros consortes.

       

Sólo cinco años después del catastro, en el año 1758, Juan y Cecilia fundan el vínculo, según desprende de la partida de defunción de Juan:

 

“En la feligresia de Sta. Maria de Bayo á diez y ocho dias de el mes de Henero año de mil siete cientos setenta, y siete se ha muerto Juan Lopez, viudo, qe. quedo de Cecilia Perezvecino del lugr. de Fornelos feligra. dicha de Bayo, y en veinte de dicho mes se dio sepultura a su cadaver enla Capilla mayor de dicha Ygla.; recivio los Santos sacramtos. de penita., Comunon., y Extrema-uncion, hizo testamento de qe. dio feé Joseph Anto. Posse ssno. vecino de Sn. Mamed de Sarces en seis de Maio de setenta y seis, en que mando assistiessen asu entierro doce sacerdotes, y otros tantos al septimo día, y Cabo de año, y qe. sele digan por entre año sesenta Missas rezadas en el Convento de nro. Pe. Sn. Franco. (nuestro padre San Francisco) de Santiagopor la Limosna acostumbrada; asimismo manda se cumplan perpetuamente las dos Missas rezadas qe. durante el Matrimonio con dicha Cecilia han fundado sobre todos sus vienes havidos, y por haber los qe. dejaron vinculados, en atención a qe. no tenian hijos, de Cuia escritura dio fee Pedro Varela do Mato ssno. vecino dela feligra. de Santiago de Carreira en seis de Abril de el año de mil sete cientos, cinquenta y ocho; y dichas Missas se haian de decir en la Parroql. de Bayo por el dia dela Natividad de Nra. Señora, o a su octaba su limosna dos rr. y medio; dejo de heredero y cumplidor a Juan Lopez su sobrino y pa. qe. Conste lo firmo como cura qe. soi de cicha Parroquia, Juan Anto. Gra. Cavallero.”

 

Aquí ya no hay duda alguna de que Juan era una persona de cierto rango. No sólo funda el vínculo, sino que también funda dos misas perpetuas, es enterrado en la capilla mayor, etc. Pero el número de interrogantes que surgen son muchos.

 

Durante muchos años fue costumbre que, cuando un matrimonio no tenía hijos apadrinara un sobrino y lo llevaran a vivir con ellos desde la niñez. Como no había jubilación, era imprescindible tener un heredero, para que cuando los cuerpos no aguantaran más y no pudieran trabajar las tierras, siguiese con la faena del campo, para poder comer y para cuidarles. A veces, para evitar problemas en el matrimonio, a la hora de buscar un sobrino heredero, procuraban coger dos de distinto sexo, uno de cada cónyuge, y cuando eran mayores se casaban entre ellos, si no, no había herencia.

 

Según vimos anteriormente, Juan y Cecilia, en 1753 vivían con un sobrino y una sobrina, menores. ¿Qué pasaría con estos sobrinos? ¿Morirían los dos? ¿Por qué cambiarían de heredero? Cuando apadrinaron a Juan Francisco, en 1754, eran unos ancianos, para aquellos tiempos, y poco le podía ayudar.

 

A largo de los años se observa como los López eran unos vasallos con una relación muy cordial con la Casa de Romelle. Debió ser en tiempos de Juan cuando la Casa do Bao pasó a los López. También su heredero Juan Francisco es referencia en algunos documentos, así para identificar a su nieto José Miguel dicen: José López hijo de otro y nieto de Juan. El propio José Miguel recibe muchos apoyos cuando está rodeado de deudas, para poder pagarlas le hacen descuentos y le aplazan el pago. Más tarde ocurrirá lo mismo con su tataranieto José María. Además, a pesar de los problemas que le causó José Miguel –como luego veremos-, jamás le retiraron el cargo de cabezalero o le rescindieron el foro.

 

Pero hay más preguntas ¿De dónde saldría la fortuna de Juan? No parece normal que en la época feudal una persona analfabeta y trabajando de colono, termine fundando un vínculo.

 

Y más anormal todavía es que los señores de Romelle construyan una casa con todos sus servicios (hórreo, era y cobertizos), que les asignen las tierras correspondientes para formar un “lugar” y, cuando Juan es el colono, disgreguen la casa y sus servicios y se la vendan o regalen.

 

 

 

 

 

 

 

 

JUAN FRANCISCO LÓPEZ GÓMEZ

 

Nació en Fornelos el 1 de febrero de 1754, hijo de Domingo y de María, fue apadrinado por sus tíos Juan López y Cecilia Pérez. Se casa muy joven con Rosa Sánchez de Lema, natural de San Juan de Borneiro, y tienen los siguientes hijos: María Juana 1774, Domingo Antonio 1776, María Antonia 1780, José María Gabriel 1782, Liberata Francisca 1785, Patricio 1786 y Francisco Antonio 1799. Sólo le sobrevivieron dos.

 

Heredó el vínculo de su tío Juan en 1777, para lo cual había recibido una buena formación, si nos basamos en su excelente letra y, sobre todo, en su firma y rúbrica, comparable a la del mejor escribano de la época. Hay dos escritos hechos por él, o así lo creemos por su redacción y al comparar la letra con su firma. Uno es del año 1816, y corresponde a un recibo que le hace a un colono; y el otro de 1817, una escritura de  compra de una casa.

 

En un pleito de la familia Lema de Fornelos, del año 1805, figura varias veces, unas como testigo y otras como comprador de fincas procedentes de la herencia de esta familia. Firma y rubrica las citas con muchos rasgos y con una perfección que parecen fotocopiadas.

 

Casaron a su hija María Antonia en 1794, con Agustín Ordóñez de Pazos, natural del Coto de Señoráns, aunque pasaron a vivir al Mosquetín, posiblemente como herederos de algún tío de Agustín. La casa de Ordóñez probablemente fuese más rica que la del Bao, todavía hoy se conserva el conjunto amurallado.

 

A María Antonia, sus padres le dieron una dote de 20 ferrados de trigo anuales. Esta dote era de por vida de los otorgantes, así lo podemos ver en una escritura hecha el 29 de diciembre de 1869 a favor de Juana Durán López, nieta de Juan Francisco: “…que otorgan sus padres D. José Durán y Doña Josefa López, por dicha escritura entre otras cosas le ofrecieron en dote por renta foral doce ferrados de trigo durante la vida de los días de los otorgantes…”

 

En el año 1817 las relaciones entre suegro e yerno no iban bien, y terminaron en un desagradable pleito. Agustín denunció a su suegro por no entregarle 48 ferrados de trigo, que le había comprado en 1816, y por no pagarle la dote del último año. Si nos basamos en la documentación que hay del pleito, la vida de Juan Francisco debía ser un verdadero caos, quizá debido a que en estas fechas ya era una persona mayor.

 

En la denuncia, Agustín dice que le compró las rentas que le tenían que pagar José Silbariño vecino de Fornelos y de la viuda de Francisco Rojo vecina de Baio, de los cuales dice que presenta recibos, aunque en el legajo sólo figura el que está a nombre José Silbariño, donde dice: “Joseph Silbariño Bezno. –vecino- defornelos entregara Agustín Ordoñez  veyubtyc.to –veinticuatro- fr –ferrados- detrigo correspondientes aesteag.to –a este agosto- y año proximo los quales mepago. extradelos veyte en queestoy obligado pagarle fornelos abril 2 de 1816.  Juan Franco. Lopez”.

 

El día 26 de junio de 1817 se presentan en la Casa do Bao el escribano y Agustín, pero Juan Francisco no está en casa, lo buscan en la Viqueira, en el campo de la feria de Baio, y no le encuentran.

 

Al día siguiente se presenta de nuevo el escribano, pregunta por él a su mujer, y levanta la siguiente acta: “En el lugar del Bao fra. de Sta. Maria de Bayo aveinte y siete dias delmes de Junio año demil ochocientos diez y siete, Yo essno. (escribano) pa. dilisencioso a Juan Franco. Lopez deesta vecidendad levinebuscando asucasa deavitacion y nole alle, hice porel preguntar asu muger, y measento haverse encerrado enel quarto comolo acostumbra sin salir del hasta qe. la familia de casa seencamina altrabajo. qe. entonces concurre a la cocina a comerlo qe. alla ohacerse fritadas de huebos y con la tortilla se vuelve aencastillarse comoenla ora esta y aunqe.  llame alapuerta del interior del quarto qe.  tenía llave pordentro, no quiso contestar, eyendo ala qe. sale a la callesucedio lo mismo: y aunque. lellame  nome contesto de qe. doy fee.  Pablo Albarez”.

 

Ante esta situación Agustín pide que se le embargue las rentas de diez vecinos de Fornelos, de uno de Baio y otro de Bamiro,  por un total de 171,50 ferrados de trigo.

 

El día 28 se presenta de nuevo el escribano para comunicarle el embargo. Juan Francisco dice que el trigo se lo había pagado a trece reales de vellón y que valía más. El escribano se lo valora a quince. Luego Juan Francisco dice que el dinero que le había entregado era para su manutención, ya que en casa le guardaban la comida bajo llave. Un hijo, que está presente, protesta por estas declaraciones. Al final firma el embargo.

 

Al citar a los colonos para comunicarle el embargo: Francisco Pazos dice que la suya ya está embargada por Antonio Correa, vecino de Laxe, Juan Martínez presenta recibo de pago y  otro dice que se la pagó a la mujer. Según la documentación que hay en el legajo, no está claro en que terminó todo este lío.

 

Es muy curioso ver como la Justicia cuando se desplazaba a caballo, era mucho más rápida que hoy por Internet.

 

Casaron al hijo primogénito José María Gabriel con Rosa de Parga Lema natural de San Martín de Cánduas.

 

Sólo le quedaba sin acomodar al hijo más joven, Francisco Antonio, nacido en 1799. Como en toda casa hidalga que se precie, debía haber un hijo cura. En estas fechas ya había en Fornelos otro cura patrimonialista, Francisco José de Lema y Prado, perteneciente a la casa de Lema, que había sido la más rica de Fornelos. Si ahora lo era la del Bao, era otra razón de más para tener un hijo cura. Con estos antecedentes,  preparó todo para que nombraran a su hijo cura patrimonialista. No hay datos del patrimonio que aportó para su nombramiento, aunque –como luego veremos en su partida de defunción- lo mejoró con tercio y quinto.

 

La Casa do Bao, como dijimos, no era una gran casona y, por consiguiente, no tenía capilla. Pero Juan Francisco sí tenía aires de grandeza, y quería que su hijo dijera misa en Fornelos. Para poder llevarlo a cabo, mandó construir el cruceiro de Rivadobao, y lo instaló en los terrenos próximos a su casa. Esto debió ocurrir sobre 1825, a primeros del año 1826 Francisco Antonio empieza a desempeñar sus funciones de presbítero en Baio. Los problemas surgieron cuando pidió permiso al Arzobispado de Santiago para decir dicha misa, y se lo denegaron. Después de muchos tira y afloja, con permiso o sin él, la misa se celebró.

 

Cuando se estaba celebrando el acontecimiento, después de la misa, uno de los criados del vinculerio llegó corriendo, sudoroso y apresurado a junto de él, diciéndole que una pareja de bueyes se había caído al río en Tras da Devesa. El vinculeiro no estaba para problemas y le dijo:

-“Hoxe é día de festa. Déixame de bois”

 

Y lo dejaron. Pero uno de los bueyes, que podía suponer una pequeña fortuna para cualquier campesino, se ahogó en el río.

 

Las comidas que se celebraban para conmemorar el día de la primera misa, tenían tanta pompa o más que la de una boda. Aunque esta no sería la primera, pero era la primera en su dominio.

 

Francisco Antonio ejerció de presbítero y de cura ecónomo de Baio entre 1826 y 1835, fecha en que murió, a los 36 años. Su muerte debió de ser repentina, ya que días antes de su fallecimiento asentó registros en la parroquia de Baio. Según la partida de defunción no dejó testamento, ni recibió los santos sacramentos, “por no dar lugar su enfermedad”.

 

Juan Francisco fallece en 1833 a los 79 años.

 

En el dia veinte y cuatro del mes de Junio del año de mil ochocientos treinta y tres se ha muerto Dn. Juan Lopez venzo. que de esta Parroquia de santa Maria de Bayo, y Marido que  viviendo fue de Dª Rosa Sanchez Lema, y el  dia veinte y cinco de dicho mes y año sele dio sepultura a su cadaver, dentro de esta Parroquial Iglesia de Bayo en una sepultura de qa.y qto. reales asistieron a su entierro y onrras doce Señores Sacerdotes incluso el Parroco: recivió los Santos Sacramentos de Penitencia y extre-uncion : Hizo testamento por ante el Essno. Dn. Jerónimo Miranda, venzo. de Salto, y en el mandó que a su entierro y Misas asistiesen Doce Señores Sacerdotes incluso el Parroco, que alcabo del año de su fallecimto. se le hiciese un acto de animas pr. intenon. dela suya y mas obligaciones. Mandó ala Sta. Cruzada y mas mandas forzosas lo acostumbrado, y asi mandó pagar compuntualidad los doce rrs. de  ultima imposeon. siendo esigibles. que por su entenon. y una sola vez sele dijesen sesenta Misas rezadas en el Combento otemplo que mejor se proporcionase pr. la limosna acostumbrada, mas otras quatro Misas por una vez del mismo conpendio, declaró hallarse Matrimoniado con la sobre dicha de quien procrearon pr. hijos Dn. Jose fallecido en su compañía casado con Dª Rosa Parga, Dª Juana viuda de Agustin Ordoñez, y Dn. Franco. Antonio Lopez Sanchez Presvitero; dejando por hijos el  Dn. Jose a Dn. Jose Lopez Parga, Maria Josefa, y Barbara, Mejoró en tercio y quinto de sus bienes a dicho Pro. (presbítero) y como Parroco de esta de Bayo lo firmo. Juan Posse Boo”

 

Unas cuantas aclaraciones: en esta partida todos figuran con don, excepto María Josefa y Bárbara. Ningún plebeyo llevaba don, lo que daba a entender que la familia tenía cierta categoría. Es enterrado en una sepultura de 44 reales, de las más caras que había en Baio. Dice que mejoró en tercio y quinto al presbítero -Francisco Antonio-. No se entiende esta mejora habiendo un vínculo y además, y a pesar de la mejora, nunca fue vinculeiro. Su nieto José Miguel era el vinculeiro en 1835, según un arriendo que hace en esta fecha, meses antes de morir el presbítero.

 

La totalidad de la documentación oral, señala a su nieto José Miguel como único culpable de aniquilar el vínculo, y así lo acredita también la documentación escrita, pero yo creo que Juan Francisco tuvo muchos aires de grandeza, y el vínculo sufrió estas consecuencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

JOSÉ MARÍA GABRIEL LÓPEZ SÁNCHEZ

 

Nació en Fornelos el 5 de septiembre de 1782, hijo de Juan Francisco y Rosa. Se casó con Rosa de Parga Lema, natural de San Martín de Cánduas. Tuvieron seis hijos: José Miguel 1804, Manuel 1806, Josefa Agustina 1809, Domingo Antonio 1812, María Josefa 1813 y Bárbara 1815.

 

No sabemos cual fue la dote de su mujer, pero en Fornelos había muchas fincas a nombre de Rosa de Parga, y eso debía ser por la herencia de sus padres.

 

Casaron a su hijo José Miguel con Juana Francisca de los Reyes Velo. A su hija María Josefa la casaron en 1830 con Luis de Lema Gómez, cuya familia era  referencia en Fornelos, desde tiempos inmemoriales. El mismo año casaron a Josefa Agustina con José Durán Varela, Perito Agrícola, natural de Soesto. Y en 1839 casaron a Bárbara con Juan García Martínez, de una casa de grandes labradores de Baio, de la que desciende hoy la casa de Goriña.

 

No hay datos sobre José María Gabriel, sólo que en 1802 figura como testigo en la venta de una casa en Fornelos, llevada a cabo por el escultor Agustín Martínez Ribera. Esta casa perteneció, después de tener muchos dueños, a los Romar. Hoy es de Gumersinda Vidal Blanco. De las dos que están frente a su casa, es la de la parte norte.

 

Murió en 1829, antes que su padre, por eso el vínculo pasa a su hijo José Miguel.

 

“En seis del mes de Dre. de mil ochocientos veinte y nueve se ha muerto Joseph María Lopez Marido, qe. fue de Rosa Parga vecino de Santa Maria de Bayo, y el dia siete de dcho. Mes y año referido se dio sepultura a su cadaver dentro dela Parroql. Ygla. de Santa María de Bayo y en una sepultura de quice reales, Asistieron a su entierro trece Señores Sacerdotes ycluso el Parroco y al septimo dia y cabo de año veinte y quatro sres. Sacerdotes yncluso el Parroco, Recivió los Satos sacramentos de Penitencia, Comunión, y extremaunción, Dejo tres hijas y un Hijo: y como Parroco de esta de Bayo lo firmo. Juan Toribio Caamaño”.

 

Esta partida está bastante mal redactada. Por ejemplo, no puede decir los sacerdotes que asistieron a las misas del séptimo día ni a las del cabo de año –aniversario- en la partida de defunción. Al margen de las partidas siempre ponían cómo se iban cumpliendo los mandatos, en este caso, efectivamente, pone que asistieron los veinticuatro sacerdotes al cabo de año. Leí todas las partidas de defunción de Baio, de un período de más  cien años, y sólo recuerdo una -no tomé nota- que supera esta cifra de sacerdotes -creo que eran cuarenta y dos-.

 

 

 

 

 

 

 

 

JOSÉ MIGUEL LÓPEZ DE PARGA

 

Nació en Fornelos el 29 de noviembre de 1804, hijo de José María Gabriel y de Rosa. Se casó con Juana Francisca de los Reyes Velo, nacida en Santa María de Ferreira el 16 de Marzo de 1813. Tuvieron los siguientes hijos: José María 1831, Francisco 1835, Antonia 1837, Josefa 1839, Ramón 1845 y María Belén 1847. También tuvieron otros tres que murieron párvulos: Francisco, Manuel y Manuel.

 

Según comentarios, Juana tenía sólo 13 años cuando se casó, por consiguiente él tenía 22. Este tipo de bodas de conveniencia eran frecuentes en estas fechas. En la parroquia de Baio se dan dos casos en que la novia también se casa a esa edad tan prematura. No obstante ni en los registros parroquiales de Couso, que es a donde pertenece como anexo Santa María de Ferreira, ni en esta última, pude comprobar la fecha de matrimonio.

 

Prueba de la corta edad que tenía Juana es que cuando llegaron los invitados para la boda estaba jugando con unos trozos de teja en un esqueiro  -escalera de piedra en un muro- ajena a un acontecimiento tan importante para su futuro. Cuando se concertó la boda, el acuerdo familiar fue que hasta que Juana no cumpliese los 14 años no dormirían juntos. No sabemos como transcurrieron los hechos, sólo sabemos que Juana fue madre a los 18 años.

 

Casarse con una niña de 13 años, de un lugar lejano, no deja duda de que la boda fue de conveniencia, pero ¿con quién harían las negociaciones?  Juana era huérfana de padre y madre y ninguno de los cuatro abuelos vivía. Es de suponer que pertenecía a una familia de labradores muy pudientes o incluso vinculerios, por eso la dote acordada tuvo que ser muy elevada; se trataba de una boda con el heredero de un vínculo. Otra de sus hermanas, Antonia, también se casó para otra casa muy pudiente de la parroquia de San Félix de Anllóns, y más o menos a la misma edad.

 

 Antes de continuar con la vida de José Miguel y Juana Francisca, hagamos una pausa para contar la historia de Antonia, que también merece ser contada. Al parecer Antonia era pequeña de estatura, pero muy guapa, y cuando tenía 13 años fue raptada por José Francisco García Mandiá, de quien se decía que sus antepasados procedían de la Torre  da Penela de Silvarredonda. Cuentan que José Francisco era un labrador muy elegante de ojos azules, muy fino y un tanto holgazán, dueño de casi todos los montes de Anllóns y parte de sus tierras de labor. También debía de ser un tanto aventurero, no sólo por el rapto, sino también por mandar herrar el caballo con las herraduras al revés, para que los familiares de Antonia no pudiesen seguir las huellas de la caballería. Antonia fue llevada a la casa de Xiroque en la parroquia de Esto y más tarde se casaron.

 

En el libro “Os mellores pazos da Costa da Morte”, no aparece el apellido Mandiá en la Torre da Penela, pero sí en A Casa Nova de Nantón.

 

Es muy difícil imaginarse cómo vivía José Miguel y su familia, perdidos entre la clase media de la comarca. Su vida fue un verdadero desastre. Era  una persona  muy autoritaria, sobre todo con su mujer y sus hijos y, por lo que hizo, queda claro que le importaba muy poco la familia. Heredó el vínculo de su abuelo Juan Francisco, y en poco más diez años dilapidó todo lo acumulado por sus antecesores. Al principio se excusaba en que las cosechas habían sido malas, y en que le habían fallecido muchos familiares, cosa esta última que es verdad y que intentaremos explicar, pero al parecer lo que verdaderamente le pasó fue que se lo jugó a las cartas. Creemos que lo que no hubo fueron mujeres por medio, ya que esto en las aldeas era lo primero que salía a la luz.

 

No hay rastro de la dote de Juana Francisca ni de su herencia. Como era huérfana, es de suponer que en la dote ya estaría contemplada la herencia; pero no hay un solo papel que haga referencia a estos temas, y cuando muere no deja herencia alguna. ¿Sería la fortuna de su mujer lo primero que jugó? Verse rodeado de dinero fácil quizá fuera el principio de su ruina.

 

En el año 1835 arrendó una caseta donde dice: “Jose Miguel Lopez vecino de la Casa llamada del Bao, de este Lugar y Parrroquia Duº -dueño- de dicha Casa y Vínculo aquees aderente y como tal dixo que por esta escritura aforaba y daba en foro perpetuo a su combecina María Touzas una caseta de recoger ganando o caseta terreña…”. Esta caseta es la que está pareada con la que vendió el escultor Agustín Martínez Ribera, citada anteriormente, aunque es de suponer que fue reconstruida. A partir de esta escritura todos los documentos que firma son para vender y deshacerse de todo lo que tenía.

 

En el año 1844, agobiado por las deudas, no le queda otra salida que dividir el vínculo en dos partes iguales. Una parte se la dona a su primogénito, un niño de 13 años, y con la otra se queda él, para pagar las deudas y alimentar sus vicios. Para poder dividir el vínculo, manda hacer el inventario que viene a continuación, del que hay dos copias, hechas por distinto escribano y con ligeras diferencias. Seguidamente se copia la presentación del documento al pie de la letra, y del resto se hace un resumen, por ser muy largo. 

 

Declaración del perito

“En la parroquia de Santa María de Bayo a 26 de Abril de 1844: ante Don Andrés Moreira Alcalde constitucional de este distrito se constituyó el perito Agrimensor titulado Don Manuel del Rio y Canosa contenido en la aseptación y jura de la vuelta, diciendo por ante el infraescrito escribano tener evaluada la operación de que se encargó, y presenta un papel que a la letra dice así.

Reconocimiento mensuración, Tasa y División que el Agrimensor titular Don Manuel del Rio y Canosa, vecino de la parroquia de San Vicente de Vimianzo, practiqué en todos los bienes raíces pertenecientes al vínculo que en el día lleva por justos y legítimos títulos que de sus causantes ha adquirido Don Jose Lopez, vecino  del lugar de Fornelos parroquia de Santa María de Bayo, en vista del nombramiento que en mi se a echo por ante el Alcalde primero del Ayuntamiento de Zas Dn. Andrés Varela y el escribano de S. M. Don Deogracias Manuel Teixiera, Dn. Francisco Labarta como comprador de los bienes, el Procurador Síndico, y el referido Dn. José López en vista de lo cual e informandole todos los documentos pertenecientes a dicho vínculo…”

 

 

Al no disponer de otros datos, no sabemos cuál fue la herencia que recibió en 1833, cuando murió su abuelo, aunque nos tememos que cuando se hizo el inventario ya había vendido muchas fincas, bien por no estar agregadas al vínculo o por no respetar sus leyes. Por ejemplo, no figura en el inventario la caseta que arrendó en 1835, la cual fue comprada en 1889 por José Romar Castiñeira a los herederos de la arrendataria. Tampoco figura en el inventario una finca que reclama su hijo en los pleitos que entabla en 1891, para reclamar los bienes vinculados.

 

Es muy raro que sólo figure una finca de monte. En estas fechas el monte de  Fornelos -salvo una pequeña parte comunal en la Costa- era de propiedad particular y, por consiguiente, la Casa do Bao tenía que tener grandes extensiones. Además, sabemos que el agua que tenían en casa  nacía en montes de su propiedad en el Castelo y transcurría siempre por terrenos de su propiedad, a lo largo de más de un kilómetro, hasta llegar a su casa. Y no figura ninguna finca en el Castelo. Tampoco figura el ganado, y tenía que ser una partida muy importante, ya que con el ganado ocurría otro tanto que con las tierras: la mayoría pertenecía a grandes propietarios, que lo cedían en aparcería a los pequeños labradores. Por último tampoco figuran las deudas, que debían ser elevadas.

 

Al señor perito, titulado, le mandaron dividir el vínculo en dos partes iguales; y lo hizo de una manera muy salomónica. Valoró las fincas que trabajaban y las casas, en rentas anuales en ferrados de trigo, las fincas que tenían arrendadas le dio el valor que cobraban de renta anual, y por último relacionó las obligaciones y rentas que tenían que pagar. Al no darle valor al trigo, las partidas no son homogéneas y no hizo ningún tipo de balance, se limitó a adjudicar a cada uno el cincuenta por ciento, correspondiéndole: 142 ferrados de trigo y 6 cuartillos y medio a cada uno, en los bienes raíces, y 17 ferrados y un cuarto de trigo, 18 reales con 25 maravedíes y medio en dinero, y una octava y media parte de un cordero en las obligaciones. José Miguel se queda con tres casas y el resto, hasta su 50%, se adjudica las propiedades aforadas.

 

Menos mal que era titulado, y que la división era entre dos. Si fuera entre doce no sé cómo iba a dividir el medio maravedí; y no digamos el cordero.

 

El comprador que figura en el inventario, D. Francisco Labarta, era el boticario de Baio, padre del escritor Enrique Labarta Pose. Lo que le faltaba a esta historia era que también apareciese la rebotica donde, entre otras cosas, se celebraban las reuniones de los caciques de los pueblos para hacer sus cambalaches. Aquí debió ser donde se montaba la timba para desplumar a José Miguel. En el año 1894 Antonia, hija de José Miguel, pagaba a Dª Consuelo Labarta Pose 20 cuartillos de trigo, por algún resto de lo que aquel había ganado a su padre a las cartas.

 

Si seguimos analizando el inventario veremos que las 33 parcelas que trabajaban fueron valoradas en 74 ferrados de trigo y 15 cuartillos, y las arrendadas se valoraron en 187 ferrados y 10 cuartillos de trigo. Si hacemos una proporción, resulta que el número de parcelas arrendadas podría rondar las 83., con lo cual el número total de parcelas que se jugó sobrepasa ampliamente el centenar. A las que hay que añadir las tres casas, la caseta, la finca que no figura en el inventario, dos franjas de la huerta, los inmuebles, la herencia de Juana, lo que se pudo jugar antes de hacer el inventario, etc. ¿Cómo serían las apuestas?  ¿Ganaría alguna vez?

 

José Miguel, al adjudicarse las casas y las tierras que tenía arrendadas, se quedó sin tierras para trabajar. Al parecer nunca había trabajado sus tierras ni dirigido a quien las trabajaba. Debía considerarse miembro de la alta nobleza, y apuntarse a la ley que les prohibía trabajar con sus manos. No obstante el proyecto estaba muy bien: a los 40 años se retiraba de trabajar. Lo malo fue que siguió jugando, y el día que no tenía partida, se dedicaba a vender, para tener dinero para hacer sus apuestas. Debía ser penoso verle bajo el síndrome de la ludopatía, ofrecerle las fincas, una tras otra, a los colonos y vecinos de Fornelos que sin dinero, pero más inteligentes que él, se quedaban con ellas a precios que debían ser irrisorios. Incluso se dice que, cuando ya estaba totalmente arruinado, cedió el agro do Trabeiro por dos mantas de lana, para cobijarse del frío del invierno. Según los pleitos que entabla su hijo en 1891 casi todos los vecinos de Fornelos tenían tierras que habían pertenecido al vínculo. En el “botín” participaron muchos.

 

Esto me hace recordar a los barcos que pasaban por la Costa da Morte. Cuando se quedaban a la deriva, chocaban contra los acantilados, y se iban a pique. Entonces todos los vecinos se acercaban a las playas a recoger las mercancías que el mar arrojaba sobre la arena.

 

Cuando ya se había jugado su parte del vínculo, los compañeros de timba, insaciables, le iban sugiriendo una cosa tras otra y él, envalentonado o amedrentado, hacía como el niño cuando es amenazado por sus compañeros: les iba entregando todo lo que le pedían. Así un día tras otro, siguió jugando lo que le quedaba: inmuebles, muebles, ganado, cosechas -recogidas y por recoger- y, por último, la parte que le había donado a su hijo.

 

Con este triste proceder, jugó el hórreo de “seis pes” -dos hileras de seis columnas cada hilera- hecho de grandes piedras granito, muy bien labradas, que tenía junto a la casa. Cuando sus nuevos dueños fueron a buscarlo, José huyó al monte, y Juana, que no sabía nada del asunto, fue maltratada al resistirse a que se lo llevaran. Lo desmontaron piedra a piedra, lo cargaron en carros y lo trasladaron a la parroquia de Santiago de Carreira, a siete kilómetros de distancia, donde actualmente está, en la casa conocida como de la Señorita o do Moreno. Se decía que quien lo había ganado fue un tal Antonio Montero y López, un Notario que vivía en dicha aldea, y cuya familia pasó posteriormente a Zas. Era el año 1847, fecha que fue grabada en su frontal, encima de otra ya existente. También puede apreciarse como en uno de los laterales, y de una manera muy tosca, fue abierta una segunda puerta.

  

Poco a poco vamos componiendo los miembros de la partida; ya tenemos claras tres patas: el Boticario, el Notario y José Miguel. Pero ¿Quién sería la otra o las otras? ¿Ocuparía el cura, alguna de estas patas? Una de ellas pudo ser Juan Suárez Souto (o Lema), vecino de Fornelos.

 

 Juan Suárez “O Maroto”  nació en 1810, por consiguiente era 6 años más joven que José Miguel y llevó el mismo camino que éste. Se había casado con Olegaria de Lema Benavides y Argomil, natural de Vimianzo e hija de un escribano. Vivía en una casita que había enfrente de la casa de Anido, antes de llegar a la de Vázquez. No debía tener muchas propiedades, pero las que tenía se las jugó y, una vez arruinado, emigró al Brasil, donde murió abandonado en las calles de Río de Janeiro.

 

En otra ocasión José Miguel jugó los bueyes. Esta fue, al parecer, la única batalla que ganó Juana.

-“Os bois necesítoos para traballar. Se queredes levade ó meu home”- les dijo.

Estos fueron más humanos que los del hórreo y no se los llevaron.

 

Vista la situación, Juana intentó salvar un reloj de pie muy bonito que tenían en el rellano de la escalera. Lo desmontó y lo guardó en el “faiado”  -desván- de casa.

 Una pobre que pedía por las puertas, y que cuando le caía en ruta dormía en su casa, le preguntó por él.

-“¿E vostedes aínda teñen aquel reloxo tan bonitiño?”

-“Sí. Pero téñoo gardado para que non o xogue o demo do meu home”

-“Ah. E que eu oín soar un igualiño nunha casa dun lugar da parroquia de Carreira. Pero supoño que sería outro”.

 

Juana fue corriendo a comprobar el lugar donde lo tenía escondido, pero era demasiado tarde. Había desaparecido. Su marido lo había jugado… y perdido.

 

La “sangría” seguía y cierto día, mientras desgranaba maíz, Juana comentó con José:

-“Xa somos  pobres, pero polo menos temos millo”

            A él, como respuesta, se le cayeron las lágrimas. Ella al verle exclamó:

            -“¿Tamén o xogaches?”

            Y él respondió:

            -“Este e máis o que temos sementado”

 

Quien nos da la verdadera situación económica de la familia es la Iglesia. En el año 1846 muere Rosa de Parga, madre de José Miguel, y como bien había dicho su nuera “xa somos pobres…”  y esto se ve claramente en la partida de defunción:

“El dia primero de enero delaño de mil ochocientos cuarenta y seis falleció, Rosa Parga muger de Jose Lopez ahora difunto y en el día dos de dicho mes sele dio sepultura asu cadaver en el cementerio parrql. de esta de Bayo en una sepultura adabtada no recivio los Santos Sacramentos pr. ser muerte repentina, fue enterrada con apero de sepultura y pa. qe. conste lo firmo. Juan Pose Bóo”.

 

Es verdad que dice que murió de muerte repentina, y eso pudo ser la causa por la cual no hizo testamento, pero a lo mejor no lo hizo porque no tenía nada de que disponer. Si comparamos esta partida con la de su marido o su suegro, vemos que la redacción es totalmente distinta: no había dinero para la sepultura, ni aparece la palabra “don”, ni dice el número de curas que asistió a su entierro, ni siquiera se molestaron a citar los hijos que había tenido, etc. Al margen de la partida, si dice: “Asistieron al entierro y honrras diez señores sacerdotes incluido el párroco”. Número que hoy parece muy elevado, pero era el normal en un simple labrador.

 

Las partidas de defunción eran el fiel reflejo de la económica familiar, como podemos ver en los siguientes casos. En el año 1820 se dio sepultura en el cementerio de Baio a Jacinta Anido. Como era pobre de solemnidad y no dejaba  herederos, pusieron “… pobre de solemnidad solo se hizo oficio de sepultura”. Con un par de líneas quedó todo reflejado, ni por caridad le dijeron una misa. Si era pobre -como luego veremos en la del propio José Miguel- pero tenía algún hijo que podía pagar a los curas, el número solía ser entre tres y seis. Entre ocho y diez era lo más normal, como fue el de Rosa de Parga. Luego ya variaba más, como en el caso de  José María Gabriel que fueron 24 curas. Y en el caso de Juan Francisco y Juan, como su nivel económico es alto, el número de curas fue de 12, en ambos casos, pero lo más destacable –como se puede comprobar- es el elevado número de mandas que ordenaron.

 

En la redacción de las partidas de defunción, se reflejaba lo que decían los testamentos. Hasta finales del siglo XIX los testamentos seguían un modelo donde el 70 ó 90% de su contenido era pedir la protección de infinidad de santos, y donde relacionaban las mandas religiosas. Conservo muchos en mis archivos, pero voy a citar, como muestra, el encabezamiento del que le hicieron a Pedro Sanjurjo, un pobre segador gallego que falleció en Cuenca de Tierra de Campos –Valladolid- en el año 1728: “In Dei nomine. Amen. (…) estando enfermo en cama que Dios, Nuestro Señor a servido darme (…) creiendo como bien y fielmente creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo (…) tomando por intercesora y abogada a la Virgen María Madre Dios y amparo de pecadores, para que ynterceda ante su preciosisimo Hijo, mi Señor Jesu Cristo,…”.

 

Había casos en el que el testador apenas tenía bienes, pero hacía el testamento sólo  para disponer sus últimas voluntades a efectos religiosos. Al redactar las partidas de defunción siempre se hacía referencia al testamento: si era pobre de solemnidad no estaba obligado a hacerlo, y así se hacía constar; si había fallecido de alguna enfermedad que lo impedía, se hacía constar y si lo había hecho, se  extractaba lo que hacía referencia a las honras fúnebres: curas, misas, cómo debía ir amortajado, sepultura y el resto de mandas. Luego ponían quién era el mejorado o, en su caso, el cumplidor. Y por último en los márgenes de las partidas anotaban como se iba cumpliendo lo dispuesto, o simplemente “cumplió”.

 

A partir de los últimos años del siglo XIX -supongo que debido a la aprobación del Derecho Civil- se fue modificando la redacción del testamento, pero todavía se seguía encabezando: “Hace protestación de fé Católica y quiere ser misado y funerado con arreglo á su clase y estado…”  -Así consta en el testamento de José Romar Castiñeira, hecho en el año 1909-.

 

Las últimas voluntades eran de obligado cumplimiento. Había muchas familias que no podían cumplirlas y, si lo hacían quedaban totalmente arruinadas. Si el encargado de cumplirlas no lo hacía, el cura podía poner el caso en conocimiento de la curia arzobispal, quien nombraba juez eclesiástico que incoaba expediente, luego intervenía el notario apostólico, y al final podían terminar levantando acta de allanamiento, y embargándole las propiedades.

 

Pero continuemos con la situación de José Miguel. En el año 1852 Doña Juana Caamaño hereda bienes del Pazo de Romelle. En la portada de un legajo podemos leer:Adjudicación que se hizo á Dª Juana Caamaño de Gayoso, según la escritura de partijas y auto de posesión adjunto á ella, otorgados en 1852, de los foros porque, José López, hijo de otro y nieto de Juan, y consortes, pagan á esta herencia la renta de 105 ferrados y 5 cuartillos de trigo, 1 ½  carneros, 4 gallinas, 3 azumbres de miel, 59 reales y 14 maravedíes”. 

Estos foros eran los de Baio Pequeno y Fornelos, donde trabajaban seis familias, tres en cada uno de ellos, y donde José Miguel era el cabezalero de ambos. Cargo que también ostentaba para la Casa de Daneiro en 1846, según consta en la partija de bienes de Rosa de Lema y Santos.

 

Quizá fuese D. Justo –esposo de Dª Juana- el que, al analizar las rentas que percibía su mujer, viese que las cuentas de José Miguel no le cuadraban, y debió dirigirse, bien a él o al administrador, pidiendo información. De esto no hay documentos. Sí los hay de cuando José Miguel se dirige a D. Justo el 4 de septiembre de 1852, y le expone su situación: “... sus adversidades de falta de frutos en algunos años, y el acaecimiento de la muerte de sus padres y mas familia de casa que le ocasionaron crecidos dispendios, le obligaron a constituirse en una deuda de seiscientos ocho rs. y seis ms. hasta el año 1850 y ademas veintiocho ferrados y tres cuartillos de trigo, y veintiseis reales de servicios pertenecientes al año 1951... obligarle tal pago seria conducirle á un estado deplorable... confia en el bonánimo corazon que le destingue, usará de indulguencia que es propia á los bienhechores... en 1847 hizo presente el exponente al antecesor de V. sus desgracias... Suplicarle se digne considerarle la remisión  total o parcial que su voluntad dictare o por lo menos plazos...”

 

Como el escrito tenía unos amplios márgenes, en ellos figuran una serie de anotaciones, hechas por D. Justo y por el administrador. En una de estas notas del día 6 del mismo mes, don Justo pide al administrador de Romelle que le: “Informe sobre las razones del esponente...” Este le responde: “...Que es cierto cuanto espone el José López en el contenido de su instancia... sus desgracias...  que fue a Madrid a suplicar a su antecesor...” En vista de ello don Justo escribe: “... resuelta a favor de ellos... cinco años prórroga... deduciéndole el quince por ciento...”

 

 Es muy extraño que el administrador del Pazo de Romelle no estuviese enterado de que José Miguel había jugado su herencia. Sí era verdad lo que dice de la muerte de sus padres y familiares. Entre 1829 y 1835, se había muerto su  padre José María Gabriel 1829, su abuela Rosa 1830, su abuelo Juan Francisco 1833, su hijo Francisco (de unos meses) 1834 y su tío cura Francisco Antonio 1835. Si leemos las mandas que hay en las partidas de defunción de su padre y abuelo, los gastos que conllevaron su fallecimiento superan ampliamente los 1.000 reales de vellón por cada uno, y entre todos los fallecidos pudo llegar a los 3.000. También se  casaron dos de sus hermanas en 1830 y, aunque estaban de luto, es de suponer que los gastos serían acorde con el rango familiar. Por último, en 1831 nace su primogénito, y habría que celebrarlo. Total que los gastos extraordinarios de este quinquenio pudieron  sobrepasar los 3.500 reales, cantidad que hoy sería irrisoria, pero en aquellos tiempos era mucho dinero.

 

Para calcular los gastos de las honras fúnebres a los que tuvo que hacer frente, tomamos como referencia los que tuvieron en el año 1846 los herederos de Rosa de Lema y Santos, vecina de Fornelos. Rosa había fallecido en 1842,  y podemos decir que era de buena posición social, pero de rango inferior a los López.

 

 

Aunque es muy difícil comparar el valor de las cosas de hoy con las de 1846, sí podemos saber lo que se podía comprar en aquellas fechas con 616 reales. En la misma partija valoran una vaca por 200  reales y otra  por 160, con lo cual casi se compraban 4 vacas. Y en el caso de José Miguel, los gastos en el quinquenio, pudieron rondar las 20 vacas.

 

En el año 1856 José María, el hijo primogénito, se pone al frente de la familia, quizá coincidiendo con la marcha de José Miguel a Madrid. El  4 de junio de este año, el  párroco de Baio, don Juan Pose y Bóo, interviene a favor de la familia dirigiéndose por escrito a don Justo: “Muy Sr. Miyo y estimado amigo el dador feligres miyo desgraciado y sus hermanitos por avandono de sus padres, se caso con una pobre pero de conducta y gobierno y confío que con el tiempo bolbera la casa a recuperar (…) que V. digera diese a Marcó (el administrador) 100 r. cada año asta la conclusion de los atrasos... lo que V. acuerde con el muchacho Jose  Lopez yo lo garantizo, y en caso que no cumpla los plazos qe. le señale yo lo are...

 

Sin duda, el cura, conocía muy bien la situación de la familia. Había sido nombrado párroco de Baio en 1832, cuando Francisco Antonio ejercía de cura ecónomo. Tenía una criada -ese era el nombre que le decían, pero como mínimo debía ser ama de llaves- llamada Juana Blanco Monterroso, hermana de Ramona Blanco Monterroso, esposa de José María, dador de la carta. Cuando escribió esta carta, debió coincidir con la fecha en que Ramón –hermano de José María- estaba de criado en la casa del cura. Pero de esto hablaremos ampliamente cuando nos refiramos a la triste e increíble vida de Ramón.

 

El 28 del mismo mes y año, don Justo responde al párroco de Baio, diciéndole que con la misma fecha se dirige al administrador para que le de  un plazo de  6 años para cancelar deuda. Aceptando, en parte, las condiciones de la carta. -Estos escritos son fotocopias y alguno se lee con dificultad-.

 

El 1 de agosto del mismo año, don Justo, al no haber recibido respuesta del cura, le escribe de nuevo: “...si en estos 15 primeros dias no recibiese alguna garantía para pago de esa deuda (...) considerándome desligado de todo compromiso...”

 

El 11 de agosto de nuevo se dirige el cura a don Justo “... sideje de contestarle a la de V. de 28 junio fue porque quiero datos positivos dela cantidad que asciende el devito (...) ruego a V. encarecidamente se sirva decirme lo que corresponde pagar al Lopez...”

 

El 20 de agosto, le envían por escrito, el extracto de la deuda que ascendía “a 1.475 reales 9 ¼  maravedíes... repartidos en 6 plazos tenía que pagar anualmente 246 reales y 30 maravedíes”. -Aunque la diferencia es mínima, el reparto no es correcto-.

 

 

El primer escrito de 1856 fue llevado en mano, pero los otros son por correo ordinario entre Baio y Ferrol -ciudad en la que el Sr. Gayoso era alcalde-. El sobre que hizo el cura sólo dice: Señor D. Justo Gayoso en la Villa de Ferrol, y llevaba un sello de 4 cuartos. No necesitaba más datos, ya que las personas que recibían correspondencia en estas fechas eran muy escasas. Además en destino ponían en el tablón de anuncios el nombre de la correspondencia recibida, y había gente que leía todos los días el tablón para comunicárselo al destinatario, a cambio de una propina. En España los sellos empezaron a emitirse en 1850, y éste de 4 cuartos corresponde a la décima emisión. A pesar de que el correo iba en coche de caballos y no era entregado en destino, llama la atención lo rápido que iban y volvían las cartas en  estos primeros años de correo pagado. Antes de inventarse el sello se pagaba el correo en destino.

 

En 1866, los señores de Romelle redimen el pago de un ferrado de trigo que pagaba el foro de Fornelos a la Obra Pía de Tras-Outeiro. En 1868 se reúnen ante D. Antonio Montero y López, Notario de Santiago de Carreira, de una parte D. Justo Gayoso López casado con Dª  Juana Caamaño y de la otra José Miguel López y Parga, cabezalero. Acuerdan que desde el día de la fecha, el foro de Fornelos pagaría 1 ferrado de trigo más al año, debido a la citada redención, correspondiéndole al Sr. López pagar 8 cuartillos, como colono de la tercera parte del foro.

 

Todo esto parece increíble: le prorrogaban el pago, le hacían descuentos, le prestaban trigo y, como si no pasara nada, le confirmaban como cabezalero. Es como tener al zorro al cuidado de las gallinas, ya que él sí le cobraba a los otros colonos, pero luego no pagaba lo recaudado ni lo suyo.

 

 No sabemos en que quedó el problema de las deudas.

 ¿Quién las pagaría?

¿Los López? Parece imposible: era mucha deuda y apenas le quedaban  propiedades para vender.

¿Las pagaría el párroco de Baio? Me extraña que así fuese.

¿No las pagarían? Lo más seguro es que así fue, o por lo menos hubo nuevas negociaciones y nuevos descuentos.

 

Éste sería uno de los pocos casos en que los hidalgos perdiesen alguno de sus derechos, pero como bien dice la instancia, dirigida a los señores de Romelle, era gente de “... bonánimo corazon que le destingue…”.

 

Todas estas incógnitas hay que añadirlas a las que expusimos cuando hablamos de Juan López, fundador del vínculo.

 

Apenas le quedaban propiedades para vender, pero conservaba los terrenos del foro para trabajar y con ello poder subsistir. El problema estaba en que como jugaba las cosechas antes de recogerlas, la familia debió de pensar  que trabajar para satisfacer los caprichos de su padre y morir de hambre, era mejor no hacerlo, y empezó a desmembrarse: José María emigró a Montevideo, ya casado, y dejó la familia en Fornelos. Francisco se casó y emigro a Buenos Aires. Antonia tuvo una hija de soltera y se independizó. Josefa se casó y emigró a Buenos Aires. A Ramón lo mandaron de criado, y a  María Belén a pedir por las puertas para comprar tabaco para su padre.  Y José Miguel emigró a Madrid.  Lógicamente no todos coincidieron en esta dispersión, pero ese fue su destino.

 

Madrid debió ser el primer destino migratorio de los vecinos de Fornelos. Entre 1778 y 1885, diecisiete vecinos de la parroquia de Baio estuvieron trabajando en Madrid. Es un período muy largo, pero la media de habitantes de Baio en estas fechas debía estar sobre los 600, y no son datos oficiales, los que tenemos son orales,  anotaciones en algún documento o de las partidas parroquiales. Por eso creemos que el número tuvo que ser muy elevado. De los diecisiete, diez los obtuvimos de las partidas de defunción, donde dicen el lugar de fallecimiento. De estos, cuatro estaban casados, y entre los solteros, los  había muy jóvenes: uno tenía 18 años, otro 19 y otro 23. Para alguno de ellos las “américas” fueron pequeñas, como es el caso de Manuel Suárez de Lema que murió soltero en 1778, y sus padres para pagar el funeral tuvieron que vender una finca, según consta en un pleito de 1805.

 

No sabemos a qué se dedicaba la mayoría, sólo tenemos información oral de algún caso, por ejemplo que Manuel Maurín era pastelero en 1781, fecha en que su  hermano Manuel –residente en Fornelos- mandó comprarle la parte de herencia de sus padres. Sobre 1865 Francisco Pose García era pastor, y es de suponer que Antonio Lavandeira Vázquez fuese sereno, ya que la casa que tenía en Fornelos con su esposa Ramona Suárez Lema, se conocía por casa do Sereno.  Es la casa que tiene “O Maroto” junto a la era.

 

José Miguel ya debía ser muy mayor cuando emigró a Madrid. Nunca había trabajado, y la vida en Madrid le tuvo que resultar muy dura. Al poco tiempo retornó, y aunque parezca mentira más pobre que antes de irse. Había salido con un par de zapatos y llegó con un solo zapato. Claro que después de recorrer 660 kilómetros a pie, y otros tantos de vuelta, algún zapato encontraría por el camino, por qué con un solo par difícilmente haría el recorrido. Cuentan que su mujer al verle con aquella guisa, se puso a reír. Quizá dudaría entre reír o seguir llorando.

 

Lo que nunca perdió fueron sus ansias de vender para seguir jugando o como él dice: “para perentorias atenciones”. En el año 1869 le vende a Sebastián Pazos una finca. Luego empezó a vender el huerto en parcelas, como si fuese una urbanización en la actualidad. Primero le vendió una franja a Luisa Oróns, sobrina de su mujer, y criada de casa. Uno de los lindes de esta franja era: “…Este camino y cruceiro”.  Se refería al cruceiro de la Casa do Bao, en su anterior emplazamiento. En el mes de marzo del año 2009 fue trasladado noventa y cuatro metros al noroeste, y corresponde al que figura en la portada.

 

En 1872, a sus 67 años -todo un anciano en aquellos tiempos- le vendió a su yerno, Ramón Castro Lestayo, una finca en el agra das Pías de 11 áreas y 69 centiáreas –se le debía haber quedado olvidada- y otra franja al lado de la de Luisa Oróns de 6 áreas 55 centiáreas. Lo hace ante Notario, donde dice que las recibió por herencia de su padre, y “…que las vende para cubrir las perentorias atenciones que le rodean”. El importe de ambas parcelas fue 265 pesetas, equivales a 1.060 reales. A pesar de que la operación se había hecho ante Notario, el comprador sabía que su suegro no podía venderle, ya que las fincas pertenecían a la parte que donó, cuando dividió el vínculo. Quizá de mutuo acuerdo con toda la familia, la escritura fue enviada a Montevideo para que el verdadero dueño diera su visto bueno, después de la firma del Notario. En una colectilla podemos ver su conformidad:

            “En veinte y dos de Setiembre del año de mil ochocientos setenta y dos hizo mi, Padre este Documento, yo por hallarme ausente lo apruebo y lo firmo en Montevideo a Diez y nueve de Junio de mil ochocientos setenta y cuatro = valga = Jose Maria Lopez”  (rubricado).

 

¡Que triste! Ni huyendo, consiguió librarse de la pesadilla de su padre. Es verdad, que se decía: “Lo que dice un padre es oro de ley.  Pero parece increíble que la subordinación llegara a tal extremo.

 

Si fue capaz de ir dos veces a Madrid –por lo menos una de ellas a pie- y el Notario dice que “…acredita su actitud y capacidad legal para contratar…”, no sabemos que le pudo pasar por la cabeza a José Miguel, a lo largo de su vida.

 

Falleció el 5 de Setiembre de 1887. Según el certificado de enterramiento emitido por el Juzgado Municipal de Zas,  murió: “…de un catarro pulmonar crónico”.

 

Partida de defunción: “En el día cinco de setiembre de mil ochocientos ochenta y siete en el cementerio parroquial de Santa María de Bayo, en el distrito de Zas, provincia de la Coruña se dió sepultura eclesiástica al cadaver de José López Parga  viudo de Doña Juana de los Reyes que falleció en el día de ayer en el lugar de Fornelos, de ochenta y cuatro años de edad, hijo de José María y de Rosa vecinos de ésta parroquia, hizo testamento por, ante el notario Don Antonio Montero en tres de noviembre de mil ochocientos ochenta y cuatro, en cuanto a lo pío lo dejó a disposición de sus hijos Antonia y Ramón de primero con ocho señores sacerdotes incluso el que suscribe y para que conste lo firmo ut  supra. Buenaventura Sendón Nuñez”.

Al margen izquierdo dice: “José López Parga viudo Spa. Nº 15. Se hizo el cabo de año con seis D.V. sacerdotes”.

 

Esta partida tiene muchas letras, e incluso algún error, dice que tenía 84 años y aún no había cumplido los 83, pero si la comparamos con la de su padre, su abuelo o su tío, nos dice claramente cual era la situación económica, tanto por el número de curas como por las mandas, las cuales se reducen a: “…  lo pío –devoto- lo dejó a disposición de sus hijos Antonia y Ramón”   Por una vez fue consciente de lo que hacía, al no mandar decir misas por su alma, y así no empeñar más a la familia. También fue consciente al no mejorar a ninguno de sus hijos: no tenía nada con qué mejorarlos.

 

Llama la atención que citara como encargados de lo pío a Antonia y Ramón – ya que ninguno de los dos vivía con él- posiblemente se debiera a que José María estaba en Montevideo y María Belén, que era con quien vía, no tendría ni para comer.

 

Dejó claro que no era rencoroso, mantenía la amistad por encima de todo. Prueba de ello es que hace testamento ante el Notario que le había ganado el hórreo, el reloj, y sabe Dios cuántas cosas más.

 

Como dije al hablar de su abuelo, y a pesar de que toda la leyenda negra recae sobre él, yo creo que no fue el único culpable en arruinar el vínculo. No obstante recibió una excelente herencia que no supo gobernar. Intentar solucionar los problemas económicos, de las supuestas malas cosechas y de los gastos ocasionados por el fallecimiento de su familia, jugando a las cartas,  y viendo que se iba hundiendo sin ser capaz de retirarse, es incomprensible.

 

Con él se cierra lo que se conoce como ciclo económico familiar: “Padre mercader, hijo caballero y nieto pordiosero”. Aunque en este caso fuesen: tío, abuelo y nieto.

 

Y una frase de Groucho Marx: “Hemos salido de la nada para terminar en la completa miseria”.

 

 

 

 

 

 

 

 

HIJOS DE JOSÉ MIGUEL Y DE JUANA FRANCISCA

 

Habían tocado fondo ya no podían bajar más. Cada cual tuvo que comenzar una  nueva vida partiendo de cero. Las bodas opulentas desaparecieron y tuvieron que casarse con gente muy humilde, como lo eran ellos.

 

En 1894 le dan carácter oficial a la herencia paterna y materna. Herencia que apenas existía: sólo tenían la casa y parte del huerto. Lo que hacen realmente es repartirse las tierras que trabajaban como colonos. Desconozco por completo cómo eran las leyes de los foros perpetuos, pero por estas parcelas -que no son suyas- pagaron Derechos Reales, aunque la liquidación dice: “…deducido el gravamen”, no sé si tenía alguna deducción por ser del foro. En la misma liquidación de impuestos, cuando se refieren a la herencia materna dice: “…sin que se mencionen sus bienes…”.  

 

El Notario titula el documento: Carta de pago y recibo de herencias paterna y materna, otorgada por Antonia, Josefa, Ramón y Belén a favor de su hermano José López Reyes. Antonia se quedó con varias fincas que ya  trabajaba en vida de sus padres. Por todas ellas pagaba renta a distintos propietarios; valoran su parte, deducido el gravamen, en ciento cincuenta pesetas. Mientras que a Josefa, Ramón y Belén le ceden unas parcelitas, que disgregan del foro de Romelle, para tener donde sembrar algo, aunque bien poco. Por ejemplo a Ramón le ceden dos parcelas: una de 855 m2 la mitad inculta y  otra para verduras de 122 m2, y se las valoran, deducido el gravamen, en veinticinco pesetas. Estas parcelas le correspondía pagar por foro anual de 4 ferrados y medio de trigo, de lo que se hace cargo a perpetuidad el hermano mayor, para lo cual afora una casa y una parcela por la misma cantidad que tiene que pagar por sus hermanos. No se sabe de donde salió esta casa, posiblemente fuese de los ahorros que había traído de Montevideo. Al otro hermano, Francisco –residente en Buenos Aires-, ni le citan, pero el recaudador de impuestos de Corcubión, se da cuenta, y pregunta por él para que liquide sus impuestos de herencia. Cuando firmaron este acuerdo, sólo lo hicieron el hermano mayor y el marido de María Belén, los otros cuatro no sabían firmar.

           

José María López de los Reyes (Fornelos 1831-1903).- Se casa en 1855 con Ramona Blanco Monterroso, nacida en Baio 11 de diciembre de 1830. Ramona era tataranieta de Lorenzo Cardezo y Boutureira, escribano de Baio -no sé si oficial-. Como bien dice el cura en su carta al señor Gayoso, Ramona era pobre. De su matrimonio tienen cuatro hijos: Josefa, Evaristo, Juan y Ramón.

 

 Como vimos, su padre le donó el cincuenta por ciento del vínculo en 1844, cuando sólo tenía 13 años, pero no llegó a hacerse cargo de él, ya que antes de entregárselo vendió sus propiedades. Sólo heredó la casa, parte de circundo y los derechos de trabajar el foro, con la obligación de pagar a sus hermanos las rentas de las fincas segregadas del foro, como vimos cuando la división de la herencia.

 

José María intentó coger el timón de la nave en 1856, pero zozobraba demasiado, y no tuvo otra alternativa que dejar a la familia en Fornelos y emigrar a Montevideo, asqueado de la conducta de su padre. Parece ser que no regresó hasta después de la muerte de éste.

 

En el año 1891, intenta recuperar los bienes vinculados, mediante un acto de conciliación en el Juzgado Municipal de Zas “... cada uno le deje libres y a su disposición la finca o fincas que sin titulo ó con titulo nulo detenta, de las que pertenezen al recurrente inmediato sucesor en el vínculo que ha poseído su padre José López Parga, de haberle sido adjudicadas en partija celebrada con asistencia del Sindico y mas formalidades legales, en el año de mil ochocientos cuarenta y cuatro…” Cita a siete vecinos de Fornelos: José Pose con 4 fincas, José Vidal Lema con 1, José Vázquez Maroñas con 1,  Luisa Oróns por la casa y 1 finca, Ramona Pose García con 1, Teresa Pazos con 1 y Sebastián Pazos con 1. También cita a varios  propietarios que no eran de Fornelos, y que compartían una sola finca. Al acto sólo concurren la mitad de los demandados. Todos los presentes, excepto uno, ofrecen un dictamen de varios letrados para evitar un pleito mayor, cosa que en principio acepta el demandante. Sebastián Pazos, no quiere saber nada de pactos, dice que la suya le pertenece “... en virtud dela venta que le otorgo el que fue dueño de ella José López Parga y el mismo demandante por escritura de veintiocho de noviembre de mil ochocientos sesenta y nueve ante el notario…”.

 

La resolución de este acto termina así: “…En tales términos el Sr. Juez habilitado resultando conformidad y avenencia por los que así se han transigido los dio avenidos…”

 

Estaba claro que las ventas no eran válidas, ya que las fincas pertenecían a José María, y quien vendía era su padre, aparte de que eran fincas vinculadas. Posiblemente la escritura de Sebastián Pazos estuviese firmada por los dos, motivo por la cual la presentó. Lógicamente, entre las reclamadas, no figuran las que había vendido José Miguel y que él había autorizado desde Montevideo.

 

No se sabe por qué, pero en 1892 José María recurre al Juzgado de Primera Instancia de Corcubión  “En la villa de Corcubión á  veinte y siete de Diciembre de mil ochocientos noventa y dos: Dn. Francisco Suárez Osorio, Abogado y Juez municipal de este término en funciones de primera instancia de la misma y su partido habiendo visto el precedente espediente de jurisdicción contenciosa promovido por José López Reyes (…) contra –viene la relación de todos los demandados- sobre declaración de pobreza (…) 1º Resultando, que por parte de José López Reyes se interpuso la demanda de veinte y cinco de Mayo último en que solicita se declare pobre con audiencia de los demandados antedichos, fundándose para ello en que se vé precisado á entablar pleito en reclamación bienes vinculares contra los demandados; que és pobre porque vive del cultivo de tierras y cría de ganado, cuyos productos están regulados en menos de lo equivalente al jornal de un bracero estimado en seis reales (…) viviendo con su familia en una casita suya que valdrá en renta anualmente cuatro ferrados de trigo y  és elector como vecino pagando al Tesoro de contribución territorial cada trimestre catorce pesetas y ochenta y cuatro céntimos según recibo que acompañaba.= 2º Resultado que admitida á trámite la mencionada demanda se confirió de la misma traslado á los referidos demandados, que tan solo lo evacuó el Sr. Delegado del Abogado del Estado oponiéndose á aquella.= 3º Resultando, que acusada la rebeldía a los demandados (…) Considerando que de la prueba testifical practicada a instancia del actor como de la confesión de este resulta que los bienes que cultiva por foro, el ganado que posee, renta que percibe  y lo que gana eventualmente por su oficio de cantero  no alcanzan sus producciones para el gasto de su casa ó manutención de su familia, deduciendo las cargas que gravan sobre dichos bienes. = Fallo: que debo declarar y declaro pobre a José López Reyes...”

 

El abogado del estado apela a la Audiencia de A Coruña en 1893. Y en la Audiencia dicen: “…Resultando que en virtud de apelación interpuesta por el Abogado del Estado, se remitieron a esta superioridad... Fallamos que debemos confirmar y confirmamos con las costas de esta instancia, la sentencia apelada dictada en veinte y siete de Diciembre del año último, por la que se declara pobre á José López  Reyes y con derecho a disfrutar de los beneficios que le concede la ley del procedimiento, sin perjuicio de que pague las costas en que sea condenado y de que venciendo en el pleito que intenta tramitar pague las de su de su defensa en la proporción legal de lo que obtenga; cuyo pago realizará también si dentro de tres años viniera a mejorar su fortuna… ”.

 

En estos resúmenes, se puede apreciar que José María no tenía propiedades, pero sí pagaba la contribución por todas las fincas que habían pertenecido al vínculo, hacía más de 40 años, y lo que pagaba no era una cosa simbólica, sino que eran 14 pesetas con 84 céntimos trimestrales, o sea, unos 40 jornales de un bracero al año. A cambio de este pago, conservaba derecho a elector, como si fuera un gran propietario, siendo el único vecino de Fornelos con este derecho, y posiblemente el único pobre de España con tal privilegio.  

 

El mismo año que su padre heredó el vínculo -1833- falleció Fernando VII, y durante la regencia de María Cristina, se implantó en España el Estado liberal, estableciendo las Cortes bicamerales. La Cámara de Próceres, que se constituía por Grandes de España, Arzobispos, Capitanes Generales, designios vitalicios por el monarca, etc. Y la Cámara de Procuradores, era elegida mediante el sufragio Censitario. Este sufragio era muy restringido, y se determinaba por la cuota del recibo de la contribución –censo-. Tuvo diversos grados y se mantuvo hasta 1890. En 1833 sólo tenían derecho a voto los varones de más de treinta años que poseyeran una renta superior a doce mil reales anuales.

 

Cuando en 1868 Isabel II se vio obligada a abandonar el trono, sólo 100.000 ciudadanos tenían derecho a voto en España de una población que alcazaba los 16.000.000 de habitantes. Esto suponía el 0.63 % de la población. Se podía dar el caso que con sólo diez votos -que podían ser comprados- eran suficientes para ser elegido diputado.

 

No hay constancia de cómo terminaron los pleitos con los vecinos, aunque sí se sabe que no recuperó las fincas. Llama la atención ver que todas las fincas reclamadas, menos las de Luisa Orons, fueran las últimas del inventario por orden correlativo.  Posiblemente eligiese un grupo, y si ganaba el pleito podía seguir demandando a los otros propietarios, aunque posiblemente lo que pretendía era que le declararan pobre para no pagar la contribución. Que ya le suponía un alivio, y esto sí lo logró.

 

Como ya no existía el vínculo, y quizá para desterrar la palabra vinculeiro de su casa, cuando casó a sus hijos, la que se quedó en casa fue la hija mayor, Josefa, en lugar del primogénito varón, como era tradición. Y para finiquitarlo del todo, la propia Josefa hizo desaparecer el escudo cuando se reconstruyó la casa.

 

A pesar de los pesares, pagando las deudas o sin pagarlas, en 1890 José María López de los Reyes sigue siendo el aforado y cabezalero de la Casa de Romelle.

 

Francisco López de los Reyes.- Nació en Fornelos en 1835, se casó en 1862 con Vicenta Varela Rodríguez, natural de Baio. Emigraron a Buenos Aires.

 

Antonia López de los Reyes.- Nació en Fornelos en 1837, tuvo una hija de soltera, Josefa, y se independizó pasando a vivir a la casa que hoy se conoce como do Cormellán. Trabajaba de labradora y pagaba rentas a las casas de Romelle y Daneiro, a D. Ramón Romero Fariña de Cánduas y Dª Consuelo Labarta Pose de Baio.

 

Josefa López de los Reyes.- Nació en Fornelos en 1839, se casa en 1865 con Ramón Castro Lestayo, natural de Barro – Noia, y tienen una hija, Elisa. Ramón era zapatero ambulante. Llevaba un cajón a las espaldas con las herramientas e iba por las puertas arreglando calzado. Cuando le compra las fincas a su suegro en la escritura dice que es: “…maestro de obra primaria”.

 

De soltera Josefa iba a Santiago, a 60 kilómetros, a vender las “meas” de estopa, especie de madejas. Hacía el recorrido a pie y descalza. En determinados trayectos envolvía los pies con “feitas” –helechos- para poder continuar viaje. Contaba Pepa que pasaba por una aldea cercana a Santa Comba donde no existía el molino, y el grano era machado en una “pia” -pila de piedra-.

 

Emigraron a Buenos Aires. Con los ahorros hicieron una hermosa casa con balcón -sólo había otra en Fornelos que lo tenía- y amurallaron el recinto, convirtiendo el conjunto en una pequeña hacienda señorial.

 

María Belén López de los Reyes.- Nació en Fornelos en 1847. En 1882 tiene un hijo de soltera, que muere al nacer. Se casa en 1893 con José Pose Pose, natural de Dombate. Ambos dos eran jornaleros.

 

Ramón López de los Reyes (Fornelos 1845-1931).- Se casa con Carmen Rivera García, Campo do Curro - Anllóns 1859, Fornelos 1932. Carmen era nieta de Antonia, la que había sido raptada, por consiguiente prima segunda de Ramón. De su matrimonio tienen los siguientes hijos: Gemelos que mueren al nacer, María Encarnación 1887, Gabina,  Manuela 1889,  Ramón 1891, Josefa1893, Carmen 1896, Jesús 1899 y María Encarnación 1903. Sólo cuatro le sobrevivirían.

 

Estamos ante una persona extraordinaria, no digo ejemplar -aunque quizá en su tiempo lo fuera- porque la vida es muy corta, y no todo consiste en trabajar y ahorrar. Vestía siempre de calzón de estopa, prenda que era hecha íntegramente en casa, desde la siembra de la linaza para obtener el lino, hasta su confección. No me consta que en algún momento tuviesen telar en casa, pero sí de que su hija María Encarnación –mi madre- sabía hilar. Desde muy joven se miró en el espejo de su padre e hizo todo lo contrario de lo que había hecho él.

 

Desde la más tierna infancia sufrió los errores cometidos por su padre. Cuando nació el vínculo pasaba por momentos muy difíciles y, para poder comer, tuvo que ir a servir de criado. A los siete años lo llevaron para la casa del cura de Baio.

 

 Cierto día que estaba cuidando las vacas del cura, en la finca de la casa rectoral, pasó por el camino de Cadeiras su tío José Durán. Al verle descalzo, lleno de piojos y tapado con un saco para protegerse de frío, le dio tanta pena que le dijo:

- ¿Sabes quen son?

- Si señor, e o tío Xosé.

- ¿E si veño a buscarte outro día ves conmigo?

Se levantó, se sujetó al estribo -estaba a caballo- y le dijo:

-Outro día non, hoxe.

 Estaba dispuesto a abandonar las vacas, para irse con él.

El tío intentó convencerle, prometiéndole que otro día pasaría a recogerlo. Y además no podía dejar las vacas solas, y había que hablar con el cura.

Ramón no cedió y los dos se fueron a llevar las vacas a la casa del cura -ya no vivía en la rectoral- y se marcharon para Soesto. Como el trayecto pasa por Fornelos, es de suponer que, pasarían por la casa de sus padres para comentárselo.

 

La casa rectoral estaba en Fonte Romeo, en medio del monte, motivo por el cual se le conocía por Casa do Monte. En ella vivía el cura, D. Juan Pose Bóo y su “criada”. En 1840, la criada tuvo un hijo, también de nombre Ramón. Quizá debido a los muchos robos que sufrían las casas rectorales que estaban aisladas, o porque había que buscar un porvenir tanto para el niño como para Juana –ya que el cura era 16 años mayor que ella- abandonaron la casa rectoral para ir a vivir al centro de la aldea. Esto tuvo que ocurrir, cuando nació el niño, sobre 1840. A D. Juan le habían nombrado párroco en 1832, y en 1845 ya vivían en la aldea.

 

Juana puso una tienda en el nuevo hogar. Debía ser la única que había en Baio. Son varias las anotaciones en las actas de la Cofradía del Santísimo donde el mayordomo rinde cuentas del aceite de la lámpara, comprado en la tienda de Juana, una de ellas en 1845.

 

La “criada” había recogido a Ramón -cuñado de su hermana- por caridad pero, como bien dice el refrán, “el que tiene tienda tiene que atenderla” y eso debió ser el motivo por el que no se preocupó de que el niño anduviese descalzo, lleno de piojos y no fuera a la escuela. Él sí ejercía de criado, y con todas las consecuencias.

 

En 1860, muere el cura y en su testamento dispuso: “…se le hiciesen iguales funerales por su heredera Dª Juana Blanco (…) y para el estipendio de ellos y gastos que se ocasionasen hipotecó expresamente la casa en que vivió y la que tiene frente a ella con sus huertas y demás servicios que hallan dentro de ellas (…) y quiere que su heredera sea dueña absoluta de dichas fincas para que disponga de ellas según le acomode”.

 

Una de las casas todavía existe, y la otra fue derribada en el año 2005, cuando se amplió la carretera que va de Baio a las Grelas.

 

El nombre de Juana Blanco, criada del cura, ya me había dejado un tanto perplejo cuando mi padre me dio la partija de bienes de sus tatarabuelos, Antonio Romar Lema y Francisca Leis Varela, hecha en el año 1850. Según dicha partija el pasivo que habían dejado era más o menos igual al activo. Tenían 24 partidas de deudas, de ellas 10 a la Iglesia o a sus representantes: por misas, sepulturas, arreglos de la iglesia, al cura, al presbítero, etc. Pero había cuatro que me llamaban poderosamente la atención: “A Juana Blanco criada del cura 24 reales”,Al glorioso San Antonio 9 reales y 8 maravedíes”,  “Delas dos Bulas de los muertos quesele tomaron por deboción 6 reales” y “A una persona cuio nombre reservan publicar 23 reales”.

 

Me llamó la atención el ver que una criada fuese prestamista, en una época en que la mayoría de las criadas trabajaban por la comida y el vestido, o así lo hacían todavía muchas a mediados del siglo XX. Las otras dos partidas se supone que incrementarían la deuda que tenían que pagar al cura, ya que ni San Antonio ni las bulas iban a cobrar nada. No me sorprendió, pero me pareció vergonzoso, que D. Juan, el cura, sabedor de la situación económica de la familia, entregara las bulas de los fallecidos a sus herederos, cuando la bula era un impuesto que se pagaba para poder comer carne todos los viernes del año, menos los viernes de Cuaresma y el día de Nochebuena –estos días no se podía comer, ni pagando-. Aunque también es difícil entender que, pasando sin carne la mayoría de los días, tuviesen que pagar para poder comerla los viernes.

 

Esta escritura fue echa por D. Ignacio de Pazos Miranda, agrimensor titulado, vecino de San Juan de Borneiro. Se compone de 13 folios y otro más adjunto para ratificar lo acordado, ya que una de las herederas era menor de 25 años cuando se hizo la partija. Tiene una letra muy legible, con unos criterios un tanto curiosos a la hora poner o quitar datos en el inventario. De estos criterios, y de cómo se hizo la partija, haré un resumen por ser un verdadero compendio de la precariedad en que vivían los labradores en tiempos de los vinculeiros.

 

El inventario del mobiliario y enseres recoge todo lo que tenían, por muy insignificante que fuera: muebles, ropas, vestidos, lana, estopa, menaje, unto, tocino, grano, utensilios, etc. En algunos no dice su estado conservación, pero la mayoría dice: viejo, usado o roto. Por ejemplo, valoran: un armario viejo roto, un pote roto, un caldero sin aro o un calzón de lana usado. Incluso valoran el ajuar de la nuera -esposa del hijo mayor- para luego deducirlo. En el ganado valoran el 50% de una supuesta ganancia de una ternera y una potra que tenían en aparcería. Y en los bienes raíces les dan el mismo valor a los propios que a los tienen en aforo perpetuo. Al final de una relación de fincas aforadas hay una coletilla que dice a quién hay que pagar el foro, y que: “Ninguna utilidad se reconoce en dichos bienes solamente el derecho a labrar y poseer, que asiste a los interesados en la herencia de que se trata”. La mejora del hijo mayor no figura en el inventario, porque su valor no llega a un tercio de la herencia: “… no se le hadado valor atento a que ninguno se ofrece en que llegan a la tercia parte. Tampoco figura en el inventario una finca que dividen en partes iguales entre los cinco herederos, y otra que no midieron ni valoraron, la dejan en mancomunidad.

 

La casa en que vivían no era de su propiedad, la había arrendado –junto con unas fincas- Andrés Romar y Romero –tío del citado Antonio Romar Lema- a D. José Chans, vecino de San Adrián de Corme en el año 1801, con unas condiciones que me parecen altamente abusivas. A parte de la renta, que era altísima, había varias cláusulas. Una de ellas dice: “Que el Romar ha de dar casa a la Juana mientras viva por su renta”. Se la arrendaron con una inquilina dentro, a la que tenían que cuidar. En 1852 Andrés Romar Leis empezó a comprarla por sextas partes de la mitad a los herederos de José Chans, y terminó de comprarla en 1896 su hijo José Romar Castiñeira “Tío Pepe”, con el dinero que trajo de Brasil. La derribaron y reconstruyeron, convirtiéndose en la casa donde nacimos dos generaciones de Romar.

 

Después de una larga descripción de 103 partidas de muebles y enseres, 6 de ganado, 17 de bienes raíces, 24 de deudas y 4 de pensiones, el valor de los bienes raíces –incluidos los aforados- es de 2.948, 25 reales y las deudas y pensiones es de 2.897,00 reales, resultando un neto de 51.25 reales. Con lo cual el reparto de la herencia se limita a: cuatro hermanos reciben un quinto de la finca dividida -413 m2- y unos pocos enseres, y el resto de la herencia se le adjudica al hijo mayor con la obligación de hacer frente a las deudas y a las pensiones. A pesar de todo, y según los datos de sus partidas de defunción, Antonio y Francisca estaban entre la media de los labradores de Fornelos. O sea, no tenían nada pero no eran pobres.

 

Los tíos de nueva “adopción” de Ramón fueron sus protectores y avalistas, pero también lo trataron como un criado. Tenía que ganar el pan con el sudor de su frente, y cometieron el mismo error de no mandarlo a la escuela, y eso que el tío era perito. Después de tres generaciones sabiendo leer, él era analfabeto, al igual que sus hermanas.

 

Un día que Ramón se fue a ver a sus padres, su tío le dio una onza de plata para que se la entregara a su madre. Por el camino pensó que si se la daba, le iba durar lo que su padre tardara en verla, y decidió trepar al cruceiro de la Casa do Bao y depositarla en la cruz. ¿Elegiría este lugar por seguro o por recuerdo? Cuando los tíos se encontraron con la madre, días después, como ella no lo decía nada, le preguntaron por la onza, y no supo darles respuesta. De vuelta a casa, alarmados, le preguntaron a Ramón, y les dijo lo que había pensado, y lo que había hecho, ya que quería comprar un par de “boiños” –bueyes pequeños- para ponerlos “a ganancia” -en aparcería-. El tío le dijo que fuera a coger la moneda y que se la entregara a su madre, que él le compraría los bueyes, como más tarde así hizo.

 

Aprendió el oficio de cantero y trabajó día y noche, y no de manera figurada, sino real. Cuando hizo la primera casa, allá por el año 1885, la que después sería de Xaquín, la hizo con la ayuda de su mujer, trabajando incluso de noche con luz de leña. Al parecer, para hacer la puerta principal de la casa derribó una “fornella” –dolmen- que había en el monte da Fornella. Lamentablemente, Fornelos se quedó sin la representación de su topónimo, aunque conserva otros restos megalíticos.

 

Durante algún tiempo Ramón fue el encargado de recoger el correo en Carballo para la cartería de Baio. Hacía el recorrido de vuelta -30 kilómetros- durmiendo sobre la mula. Su obsesión era trabajar y ahorrar, quería recuperar el prestigio de la Casa do Bao. Ni siquiera perdió el tiempo en hacer el servicio militar obligatorio. Quizá pagando o sobornando, el caso es que El Gobierno de Provincia de La Coruña emitió un informe, un tanto raro,  en el año 1878, donde dice que fue declarado exento por el Ayuntamiento Zas y, que como no hubo reclamaciones, dan por buena la exención.  

 

Tuvo un fracaso amoroso, ya que tenía una novia de la familia de los Pose de Fornelos -no sabemos quién era- y los padres de ella prohibieron la boda, por ser hijo de un jugador. Tampoco perdió el tiempo en buscar otra hasta que tuvo 39 años, cuando se casa con una segunda sobrina. Supongo que fue una boda de conveniencia. ¿Con quién viviría hasta que se casó?

 

Le murieron seis hijos, los gemelos al nacer, y los otros cuatro antes de cumplir los 15 años. Alguna meiga le dijo que era debido a la casa en que vivía, que tenía que cambiar de casa si quería conservar los otros que tenía. Como se vendía un “lugar” –un grupo de fincas- en Fornelos, se interesó por ellas, pero no le llegaba el dinero. Su convecino O Redondo, que también pretendía comprar dichas fincas, se burlaba de él ¿Qué vai comprar ese, si non ten cartos? Una vez más recurrió a su tío y dejó O Redondo con un palmo de narices. En una de las parcelas edificó una casa en el año 1900, donde nació la última de sus hijas, María Encarnación. También hizo los cobertizos, el hórreo, la era y por último el molino.

 

En el año 1892 -quizá cuando hizo la compra anterior- debió pasar un apuro económico y tuvo que recurrir a su convecino, Juan Suárez, para pedirle un préstamo: 100 Pesetas a 8 días. Parece un tanto extraño que por una cantidad tan pequeña y por un período de tiempo tan corto tuviera que hacer una escritura pública ante Notario. Para firmar dicho préstamo tuvieron que desplazarse a Laxe cinco vecinos: el prestamista, tres testigos y él.  Una vez más, y a pesar de sus logros económicos, todavía llevaba consigo la cruz de ser  hijo de jugador.

 

Lo más grande que hizo Ramón fue, sin lugar a duda, mandar a sus hijos a la escuela, lo que le suponía dos grandes sacrificios. Uno, que mientras iban a la escuela no le ayudaban a trabajar y, otro, que tenían que ir a Baio, a 3 kilómetros de distancia, y había que pagarle el caldo de mediodía. Ellos llevaban el pan de maíz -“broa”-.  Según su hija María Encarnación el caldo era malísimo, y así se lo recordaba a sus hijos, cuando nos quejábamos de la comida:

-Non tendes mais que vício. Si tiveras que comer o caldo que facía María de Mata, como tiven que comer eu, que nunca lavaba o pote, nin o vaciaba. Cando baixaba o nivel do caldo votavalle maís fabas, patacas, berzas e algo de unto ou touciño. Tiña lume día e nuite, e cando un tiña fame,  sempre tiña caldo quente-.

 

Cuando hizo testamento los vínculos estaban prohibidos por ley, pero él quería dejarle todo al primogénito, para así ver cumplido su deseo de que la Casa do Bao fuera la de antaño. Intervino Carmen -su mujer- diciéndole que ella había parido todos sus hijos con el mismo dolor, y que para ella todos eran iguales. A pesar de todo, ambos mejoraron al mayor con los tercios de mejora y libre disposición. A los otros los dejaron en la legítima, con un pequeño legado, para que no reclamaran.

 

No había visto su partija de bienes, hecha en 1933, hasta que empecé a escribir esta historia. Mi sorpresa fue enorme cuando vi la cantidad de fincas que figuran en la misma. Como se dijo anteriormente él no había heredado nada, por eso me parece desorbitado que tuvieran 161 fincas y dos derechos reales de una cuantía bastante elevada. Estos derechos reales eran un derecho que habían adquirido sobre unas fincas, algo así como un arriendo perpetuo. Lo que no figura en la partija son las vacas que tenían en aparcería, y que en algún momento llegaron a las 40.

 

En las 161 fincas, están incluidas 16 que eran privativas de Carmen, posiblemente fueran alguna más. A pesar de que Carmen tenía bienes privativos, su herencia es inferior a la de Ramón en un 40%, lo cual demuestra que él había hecho muchas compras de soltero. En un número tan elevado había parcelas de todos los tamaños, algunas muy pequeñas que no llegaban a los 150 metros cuadrados, pero sí sólo nos basáramos en el número, parece que no hay duda de que Ramón consiguió su propósito: compró más fincas que las que había jugado su padre.

 

En Fornelos hizo muchas compras, varias de ellas procedentes de la herencia de su padre, aunque por las fechas, se supone que no fue a él directamente. Pero la gran mayoría la hizo lejos de Fornelos, en las aldeas de: Aplazadorio, Baio, Briño, Cánduas, Carballal, Corme, Cesullas, Cundíns, Dombate, Nantón, Neaño y Señoráns. A estas tenemos que añadir las de Anllóns, propiedad de Carmen. Las que estaban lejos, las tenían arrendadas, y entre el arriendo y lo que cobraba por el ganado en aparcería  fue  creando una cadena de compras a todas luces impresionante. Y todo partió de lo que ganó trabajando de criado en la casa de sus tíos y de la compra de los primeros bueyes. Sus  ahorros fueron céntimo a céntimo, ya que en aquella época no había “pelotazo del ladrillo”, como hay en la actualidad, y a la lotería seguro que no jugó.

 

La casa de Ramón debía ser algo así como un Monte de Piedad. El que necesitaba dinero se presentaba en su casa para hipotecar sus pequeños “tesoros”. Es imposible que él recorriera tantas aldeas en busca de fincas. Bastante sacrificio le suponía no trabajar los sábados de feria de Anllóns, por tener que ir a comprar y vender las vacas que tenía en aparcería, casi todas en esta comarca.

 

Viendo las ventas, que hizo José Miguel y las compras que hizo Ramón, da la impresión de que el trasiego de fincas era lo más normal. Nada más lejos de la realidad. La gente pasaba hambre y andaba descalza, pero vender una finca era lo último que hacía. Sólo se empeñaban por dos motivos: para las honras fúnebres de sus padres y para pagar los gastos de los hijos que emigraban a América. A los padres no volvían a verles,  y a los hijos, en la mayoría de los casos, tampoco.

 

En fin: si difícil es entender lo que hizo mi bisabuelo, lo que hizo mi abuelo es inexplicable.

 

 

 

 

 

 

 

 

DOCUMENTACIÓN EMPLEADA

 

Documentación oral

 

 En la documentación oral figura el nombre de quien me la proporcionó, el grado parentesco con José Miguel López de Parga, y una breve reseña del tema.

 

            Cándido Fuentes López, bisnieto. La construcción de la casa de Xaquín con luz de leña.

            Evaristo López Blanco, tataranieto. O Redondo se reía de Ramón López por no tener dinero. Le cedió el agro da Trabeira por unas mantas. Todo lo que abarcaba el sonido de la campana de Bamiro pertenecía al vínculo. Había visto el escudo. Machacar el trigo en la pila.

            Francisco Romar Lema, bisnieto de su hermana María. El regato que llevaba el agua a la Casa do Bao, la construcción del cruceiro y muchos otros comentarios y documentos escritos.

            Gumersinda Rojo Pazos, casada con José Romar Lema bisnieto de su hermana María. Que se había casado con la condición de no dormir con la mujer hasta que tuviese catorce años. Lo relacionado con el reloj de pared.

            Gumersindo Vidal Blanco, bisnieto. Que Ramón guardó la moneda en el cruceiro para comprar unos bueyes.

            José María Romar López, bisnieto. La mujer de Ramón dijo que había parido todos los hijos con el mismo dolor. Ramón tuvo hasta 40 vacas en aparcería.

            Manuel Rodríguez Oróns, tataranieto de Rosa, hermana de la mujer de José Miguel. Fecha en que la reconstruyó casa -fue su primer trabajo- y datos sobre la casa antigua.

            María Encarnación López Rivera, nieta. Que era muy autoritario. Todo lo que se veía desde la casa pertenecía al vínculo. Se le calculaba unas de rentas de tres ferrados…Cuando llegaron los invitados de la boda Juana estaba jugando, ausente a todo lo que acontecía. Que había visto el escudo de la casa. El diálogo que tuvieron cuando desgranaban el maíz. Que Belén iba a pedir, para que su padre comprara tabaco. El cambio de casa.

            María López Añón, bisnieta. Que Ramón iba a buscar el correo a Carballo. Cuando Juana se reía de José Miguel al verle llegar descalzo de Madrid.  

            Teresa García Bouzas, nieta de su hermana Bárbara. Todo lo relacionado con el cura y la fiesta en el cruceiro. Pérdida del hórreo y de los bueyes.

            Y los hermanos Ameijerias Suárez. José me comentó como se arruinó su bisabuelo, y Manuel el derribo del dolmen para hacer la casa de Xaquín.

  

 

Documentación escrita

 

            Cedida por:

            Braulio Astray Romero. Me proporcionó las anotaciones que hay en la parroquia de Baio sobre la criada del cura, Juana Blanco, y sus comentarios.

            Carmen Romar López. Partija de bienes de Rosa de Lema Santos de 1846, y la de Ramón López de los Reyes de 1933.

            Estrella López Añón. Certificado de enterramiento de José Miguel y Certificado de exención del servicio militar de Ramón López de los Reyes.

            Jesús Blanco Pérez. Documentos de compras de los Romelle en los años: 1548, 1549, 1620, 1655, 1656, 1657 y 1667. Arriendos de 1689 y 1725. Año 1852, Dª Juana Caamaño hereda los foros de Romelle. Año 1852, José Miguel se dirige a D. Justo marido de Dª Juana. Año 1852, cuatro escritos entre D. Justo, el administrador de Romelle y el cura de Baio.  Año 1856, cinco escritos entre D. Justo y el cura de Baio. Año 1868, recargo en el foro de Fornelos. 1891 Acto de conciliación. Carta de pago de la herencia en 1894.

            José Blanco Durán. La división del vínculo en 1844. Declaración de pobre de José María, primogénito de José Miguel, por el Juzgado de Primera Instancia de Corcubión año 1892 y corroborado por la Audiencia de A Coruña en 1893.

 Juan Rojo López. Acta de defunción de José Miguel López de los Reyes.

            Manuel Rivera Mosquera, bisnieto de Antonia, hermana de la mujer de José Miguel. Una carta muy explicativa del año 1987, donde me informa de todas las averiguaciones que hizo sobre el rapto de su bisabuela.

            Modesto Durán Castiñeira. Escritura de una dote del año 1869.

Narcisa Anido Amado. Pleito del presbítero Francisco José de Lema y Prado contra toda su familia en 1805.

            Xosé Maria Lema Suárez. El “Libro de Vecindad” del Catastro de la Ensenada. El libro “Os millores pazos da Costa de Morte”.

            “Galicia e a sega en Castela ó longo dos tempos”. Consello da Cultura de Galicia.

            “Historia de España” de Fernando García Cortázar

 

            Archivo del autor:

            1781. Compra de una herencia en Madrid.

            1801. Arriendo a favor de Andrés Romar y Romero

            1802. Venta de una casa por el escultor Agustín Martínez.

            1816. Recibo que le hace Juan Francisco López  a un colono.

            1817. Escritura hecha por Juan Francisco López.

            1817. Pleito entre Agustín  Ordóñez y su suegro Juan Francisco.

            1835. Arriendo de una caseta por José Miguel López de Parga

            1850. Partija de bienes de Antonio Romar y Francisca Leis.

            1852. Varias compras de la sexta parte de una casa por Andrés Romar Leis

            1872. Venta de dos parcelas, entre José Miguel y su yerno Ramón Castro.

            1892. Préstamo a Ramón López de los Reyes por 100 pesetas a 8 días.

   1896. Compra de la sexta parte de una casa por José Romar Castiñeira.

   1909. Testamento de José Romar Castiñeira “Tío Pepe”.

   1911. Acto de conciliación entre los dueños del Pazo de Daneiro y varios vecinos de Fornelos.

   1916. Recibo de Contribución Territorial que pagaba por bienes que tenía en Fornelos Manuel Cañizas.

 

            Instituciones:

            Ministerio de Cultura -Portal de Archivos Españoles-. “Libro de Respuestas Generales” del Catastro de la Ensenada.

            Archivos parroquiales de Santa María de Baio y Santa María de Ferreira. Sus párrocos me dieron amplias facilidades.    

 

 

EQUIVALENCIAS

 

1 Azumbre = A algo más de 2 litros.

1 Euro = 166,386 Pesetas                 

1 Peseta = 4 Reales

1 Real = 34 Maravedíes

1 Cuarto = 4 Maravedíes

1 Ferrado = 24 Cuartillos

1 Ferrado de trigo = 13 Kilos                                  

 

 

            

 

 

 

 

 

 

Madrid, 16 de febrero de 2011

 

Ramón Romar López