Francisco Romar Lema (1899-1980)
Nace en Fornelos - Baio el año 1899. Se casa el 22-3-1925 con Mª Encarnación López Rivera. Vive en la casa de Romar con los padres de Francisco hasta la muerte de estos. Allí nacen sus 7 hijos: José-María, Jesús, Consuelo, Carmen, Ramón, María-Amparo y Serafín-Ramiro. Luego en el año 1952, se trasladan a la casa "do Empalme" mandada construir por los padres de Francisco y terminada por ellos, donde vivirán hasta el fallecimiento de Francisco en 1980 y de Mª Encarnación en 1990.
Formaron un matrimonio
excepcional. Para darnos una idea de cómo eran, tenemos que situarnos
en la España de la posguerra, en los años 1950, en una pequeña
aldea de Galicia, con siete hijos y unos recursos muy escasos que obtenían
de unas pocas hectáreas de pinares y de trabajar la tierra con el arado
romano tirado por bueyes o por vacas. A pesar de todo tomaron la decisión
de mandar dos hijos a estudiar a la ciudad. Sólo una hija continuó
con las labores agrícolas. Ninguno tuvo que emigrar al extranjero (que
era lo más común), aunque curiosamente y por avatares de la vida,
los dos que estudiaron, residen fuera de Galicia.
El día de la festividad del Carmen del Briño, se levantaban
al salir el sol como todos los día y mientras él preparaba el
ganado para que tuviesen comida para todo el día, ella hacía la
comida para toda la familia, la ponía en una cesta, vestía a los
hijos con las mejores ropas que tuviesen y con la cesta a la cabeza, partían
para la romería. Antes de que los niños se mancharan se hacía
la fotografía familiar.
En 1935, con los padres de Francisco, su hermano Ramón y sus tres hijos,
en 1942 con cinco y en 1949, con los siete. Luego había que oír
misa, comer en el campo y divertirse hasta las doce de la noche. El regreso
por senderos, sin luz, con los niños agotados de saltar y de sueño.
El cogía a uno en los hombros y otro en los brazos, y ella con la cesta
a la cabeza, con alguno de ellos por la mano y con otro en la barriga, como
ocurrió en 1935, que estaba en estado de siete meses o en 1942 que estaba
de cinco. Así año tras año.
¿Cuántos matrimonios en aquella época y en un ambiente
rural, hacían la fotografía familiar? ¿Cuántos hacían
estos sacrificios, y otros muchos?
En el libro "Ancestros
e vivencias", podemos leer lo siguiente:
Mi padre: sus "oficios" y pequeños inventos:
Cuando
hice el "Arbol genealógico de Romar", decía que mi padre
(Francisco Romar Lema, 1899-1980) había ido muy poco tiempo a la escuela,
no obstante, sabía leer y escribir muy bien. También decía
(y creo que con sobrada razón):
"A mi padre le recordaré, entre otras muchas cosas, como la persona
con más amplios conocimientos generales que conocí "
Aunque su profesión era la de labrador, prácticamente no había
oficio que él no supiese realizar. Quizás no fuese maestro en
muchos pero sí
fue aprendiz de todos. Tenía banco de carpintero donde hacía toda
clase de utensilios y herramientas para el campo. También construía
los ataúdes de familiares y vecinos. Aunque yo no le vi hacerlos, me
contaba que no era cosa muy complicada. Era simplemente un gran cajón
con tapa, hecho de madera de pino sin cepillar (tablas que él mismo hacía
con la sierra de abrazadera o sierra portuguesa), al que le clavaba unos mantos
de color negro especiales para el caso. En alguna ocasión, en el momento
de llegar a la fosa los mantos se retiraban y se guardaban para otra ocasión.
Preparaba la madera de los zuecos de todos los de casa, incluidos criados. Realmente
lo que hacía era la suela propiamente dicha. A ésta le clavaba
la piel que se compraba ya hecha en las ferias (o aprovechaba unas viejas, que
previamente remendaba). Luego les clavaba por la parte inferior unas herraduras.
No sé cuanto podrían pesar un par de zuecos mojados. A los que
eran más finos, en vez de herraduras, le ponía una suela de cuero
o de hojalata, con unas brochas (tachuelas) como terminación.
Era también herrero. Disponía de una completa fragua donde, además
de reparar y preparar cosas para la casa y el campo, fabricó alguna que
otra herramienta. No sólo hacia las herraduras para los zuecos, sino
también para las caballerías, al tiempo que se las colocaba. Reparaba
herramientas con soldadura química utilizando la fragua y unos polvos
de la marca "Aurora". El mismo preparaba el carbón para la
fragua con carolas (piñas de pino). Para ello hacía un hoyo en
la tierra, lo llenaba de carolas y cuando estaban convenientemente quemadas,
las tapaba con terrones.
Como cantero preparaba la piedra, aunque fuera de una manera tosca; también
picaba las piedras del molino de la Viña
.
También era el peluquero de la familia y de algún vecino, aunque
yo sólo recuerdo verle cortar el pelo a los de casa y a los criados.
Para ello tenía en una caja dos maquinillas de cortar el pelo con sus
repuestos, cepillo, peines, tijeras, navaja barbera, jabón y brocha.
Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Aquellas eran épocas de mucha
necesidad ... y mi padre hombre de mucho ingenio. Mi hermano José Mª
nació con los pies varos (torcidos hacia dentro). Fue operado en Santiago,
por el Dr. Fondo (pariente de mi madre) donde, entre otros errores, le cortaron
los tendones, quedando inútil de ambos pies. Para empezar a andar le
hicieron allí un calzado ortopédico, con el que jamás
logró dar un paso. Después de varias rectificaciones, mi padre
decidió hacerle su propio aparato. Preparó una barra de hierro
(procedente de una hoz vieja) que tuviese juego hacia delante y hacia atrás
a la altura del tobillo, y forma de media luna en la parte alta para sujetarla
a la pierna a la altura de la rodilla. Esta la sujetó a un zueco especial
hecho por él, clavándolo a la madera. Ese aparato, con muy pocas
modificaciones, es el que sigue usando mi hermano en la actualidad, a sus 70
años. Cuando más tarde nació Serafín, también
tenía muy torcida una de las piernas. Recuerdo perfectamente el aparatito
que le hizo con la hojalata de un bote de melocotones, recubriéndolo
con tela de franela y con el que estuvo hasta que empezó a caminar.
La primera sembradora que hubo en Fornelos la compró mi abuelo allá
por los años 40. Esta consistía, simplificándolo mucho,
en un cajón en cuyo fondo había un disco horizontal, que iba cogiendo
la semilla y dejándola caer según avanzaba la sembradora. En Galicia
siempre se sembró en el mismo surco o "millo e as fabas". Entonces,
al tener la sembradora un único cajón en el que se introducían
ambas semillas, surgía el problema de una anarquía total: podían
caer seis granos de maíz y luego uno de alubias, o viceversa; además
el agujero estaba preparado para las alubias, con lo cual donde cupiera una
de estas cabrían dos de maíz, etc. Mi padre estudió el
problema y añadió otro cajón a la sembradora con un rodillo
para alubias, adaptando el otro para maíz. Esta sembradora es la que
existe todavía hoy y el sistema ideado por mi padre ha sido copiado por
los herreros en muchos lugares cercanos.
Para espantar los pájaros, los labradores tenían una especie de
molino (andavira le llamábamos). Consistía en una hélice
de madera de 30 o 40 centímetros que se clavaba en un eje horizontal
que llevaba en el otro extremo una especie de martillos. Se acoplaba a un bastidor
de madera que tenía como veleta una lata. Se montaba sobre una estaca
y cuando soplaba el viento hacía girar la hélice y los martillos
golpeaban la lata, produciendo un gran ruido. Este artefacto también
se utilizaba para espantar "o teixo" (tejón) el cual producía
un daño muy grande en las cosechas de maíz. Era sólo en
un periodo muy corto de tiempo. Cuando la mazorca tiene los granos sin lograr,
el tejón le chupaba el jugo que sueltan. Como había días
que no soplaba el viento, mi padre ideó una variante, que era movido
por agua, y lo instalaba en las fincas de Roxo, en un pequeño arroyo.
El
molino de la Viña (construido
sobre 1948), está a más de un kilómetro de casa y debido
a esta separación es difícil atenderlo y saber cuando hay que
pararlo o añadirle más grano, (no podía quedarse sin grano,
porque si seguía girando se desgastaban las piedras). Mi padre ideó
un pequeño
artilugio para pararlo cuando se terminara el grano. Construyó una
especie de marco de las dimensiones interiores de la moega (tolva), que sujeto
de una cuerda, se deposita en el interior de la misma, antes de verter el grano.
La cuerda pasa por varias poleas al techo y a las paredes del molino y baja
hasta una palanca que está colocada junto a la villa (lugar por donde
sale el caudal de agua). Cuando el grano se va acabando el "marco"
sube, baja la palanca y desvía el agua del rudicio (rodezno) parando
así el molino. Este pequeño invento aún funciona y fue
copiado por otros lugares.
En fin, son innumerables las cosas que, con mucha maña y pocos medios,
sabía hacer. Hacía cestos de mimbre o sauce común; arreglaba
cualquier olla con remaches o con plomo; hacía soldaduras con estaño
y con unos soldadores que calentaba al rojo en la fragua; ponía inyecciones;
hacía curas a los animales; mataba, troceaba y salaba los cerdos; tenía
escopeta de caza aunque no recuerdo verle disparar un solo tiro; dirigía
el rosario y las oraciones en velatorios, etc.
Todo un hombre de su época.
Su esposa, María Encarnación, tiene entrada propia.