Los mitos forman parte de una larga tradición gallega, heredada durante siglos. Con frecuencia se hace referencia a las meigas y brujas, junto con el paganismo del culto al agua, al fuego, a las piedras, etc. y, como no, todo ello paralelo con el catolicismo. En el “telediario boca a boca” de mi niñez eran inevitables las noticias relacionadas con la hechicería. Noticias que el oyente recibía con la exclamación: ¡San Silvestre, meigas fora!.
Aunque la meiga y la bruja suelen ser la misma, hay autores que diferencian las tareas de ambas. Mientras que a la meiga le corresponde preparar los hechizos, a la bruja le corresponde hacer el mal. Si en las meigas, es famoso el dicho: “haberlas, áilas”, en las brujas es famosa su cabalgadura nocturna montadas en escobas.
Estando corrigiendo estas anotaciones, oí en la radio al alcalde de Cangas de Morrazo decir que todavía existen las meigas. Y puntualizaba que eran, sólo las buenas, las que con sus conocimientos ayudan a curar ciertas enfermedades. También hay autores que defienden su existencia, y dicen creer firmemente en estas mujeres. Juan Soto en “Guía secreta de Galicia” va más lejos y dice:
Tengo, para mí, que la “caza de brujas” se ha mantenido, sin interrupción, desde siempre. Personalmente creo en la existencia, aún en la Galicia de ahora, (el libro fue impreso en 1976) de mujeres con poderes más o menos sobrenaturales.
También hay quién afirma haberlas visto salir por la chimenea montadas en su escoba. Si no veamos lo que dice Jesús Rodríguez López en su libro “Supersticiones de Galicia”, cuando se refiere a una comisión de técnicos, que el rey Felipe II envió a Galicia para que estudiaran el fenómeno de las brujas:
... Felipe II mandó a Galicia una Comisión de Técnicos de su mayor confianza para averiguar si era cierto cuanto atribuían a las brujas después de estar en nuestro país más de un año estudiando el asunto, acabaron aquellos doctores por emitir un informe, que se conserva en el archivo de El Escorial, en el que afirman que ellos mismos han visto a las doce de la noche salir a las brujas por las chimeneas, montadas sobre escobas.
Yo también creo que existen, y lo creo, por que hay quien afirma serlo. Otra cosa es creer en sus hechos, sobretodo cuando se refieren a curar por medio de poderes sobrenaturales. Lo que sí está claro es que hoy, gracias a los medios de comunicación y al aumento del nivel cultural, todo es muy distinto de lo que era en mi infancia. Por otro lado, sí hay que reconocer que, como el ser humano tiene la necesidad de creer en algo, surgió (y también gracias a los medios de comunicación) una gran cantidad de sectas, santorios, videntes y vividores, que son mucho más peligros, que nuestras pacíficas meigas.
En las páginas que vienen a continuación, veremos distintos testimonios que, figuran en los muchos los libros que actualmente hay sobre el fenómeno de la magia y la hechicería. Como cada aldea tiene sus costumbres y sus códigos ancestrales de sus antepasados, muchas descripciones apenas tienen más variaciones que las que el autor da de las experiencias de su entorno. A mí me llamó mucho la atención leer en “La Galicia insólita tradiciones gallegas” de Antonio Fraguas y Fraguas, varios hechos que se daban en Vimianzo, a menos de nueve kilómetros de Fornelos, y que yo desconocía totalmente. Aunque reconozco que el decir que yo las desconocía, no implica que no se dieran. Cuando escribí Ancestros y vivencias, también caí en la tentación describir mis experiencias.
Julio Caro Baroja en el prólogo de su libro “Las brujas y su mundo”, define muy bien por qué decidió hacer “un estudio antropológico de la sociedad en una época oscura”, y dice:
Este libro es, en gran parte, consecuencia de recuerdos y pensamientos de la niñez y de la primera juventud del autor. En efecto, si aquellas fases decisivas de su vida no hubieran estado vinculadas a un país determinado, no hubiera contado con mayores razones para escribirlo.
El libro es un estudio muy profundo sobre las brujas, desde el paganismo, hasta el triunfo del catolicismo; pasando por Grecia, Roma, Europa y España. Dentro de España hace mención especial al País Vasco, mientras que apenas cita la brujería gallega.
Los conjuros que hacían (y hacen) brujas, brujos o aficionados, solían repetirse varias veces, siempre en números impares, y más frecuentes: tres, siete o nueve. Mientras que para unos el tres, es el número misterioso por excelencia, y tiene su raíz en los arios (pueblo muy antiguo del centro de Asia), que lo consideraba número sagrado. Para otros es el siete. Y para otros el nueve, por ser éste, el resultado de multiplicar tres por tres. Para Manuel Murgía, el nueve es: “Número simbólico y sagrado para el celta”. En Fornelos, aplicaban la regla del tres por tres, cuando un enfermo padecía pulmonía, y decían: tres días para enfermar, tres para mejorar y tres para sanar. O la otra más drástica: tres para enfermar, tres para empeorar y tres para morir.
Estos folios, de ninguna manera recogerán un estudio mitológico. El tema es muy extenso y complejo, y mis conocimientos sobre él, son totalmente nulos. Por consiguiente me limitaré a hacer una simple miscelánea, donde copiaré literalmente todo lo que caiga en mis manos sobre el nueve. ¿Porqué el nueve?. Por ser el único número mágico que recuerdo de mi infancia en Fornelos y, como no, por respetar lo que dice D. Manuel Murgía.
El número de conxuros que se practicaba en Galicia, es infinito. Aquí, al limitarlo sólo a aquellos casos en que de alguna manera se contemple el nueve, se reducirán a una pequeña muestra. A su vez también se reducirán, cuando distintos autores, hagan referencia a un mismo conjuro. En este caso cuando el fin sea el mismo, sólo citaré un caso. Esto suele ocurrir mucho con los famosos baños en la playa de La Lanzada o los distintos acontecimientos que se llevan a cabo en la noche mágica de San Juan, los cuales se repiten una y otra vez, por todos los autores.
Quizá, antes de ver como se aplicaban los distintos conjuros, deberíamos ver como era la persona que recibía estos ritos, en muchas ocasiones verdaderas aberraciones. Está claro que el que estaba sano física y mentalmente, difícilmente pasaba por estas torturas. Con lo cual, las víctimas eran los enfermos y los necesitados. Y lo más frecuente, niños. Niños que estaban enfermos por desnutrición, por falta de higiene o por cualquier otra enfermedad propia de la infancia. Y no digamos, si por encima de todo ello, tenían problemas mentales. Las “vacunas” que había en aquella época en Fornelos, eran “sacar o aire”. Creo que ninguno se libraba de esta experiencia, algunos más de una vez, como fue mi caso.
Un buen ejemplo de lo que eran las prácticas hechiceras, exorcistas u otras semejantes, lo tenemos en el rey Carlos II el Hechizado. Cuando nació este rey, su estado era tan deplorable, que todos temían por su muerte. Lo depositaron sobre algodones, y la alcoba de la reina fue inundada de reliquias: El báculo de Santo Domingo de Silos, el cinto de San Juan de Ortega, tres espinas de la corona de Cristo, un clavo y un fragmento de la cruz del Calvario, un diente de San Pedro, un trozo del manto de la Magdalena, una pluma del ala del arcángel San Gabriel, y así, un largo etcétera. Sobrevivió, pero se crió muy enfermizo. A los cuatro años muere su padre y es nombrado rey, edad en la que no sabía andar, ni había sido destetado. A los nueve todavía no sabía leer ni escribir. Con este panorama, es declarado mayor de edad a los 14 años, para poder ejercer las funciones de rey. Le casaron dos veces por poderes. Enfermo de cuerpo y pobre de espíritu, le volvieron loco entre todos los que le rodeaban. Por un lado estaba la corte, validos, confesores, frailes, obispos e incluso la Inquisición. Por otro, la madre y su segunda esposa, que se odiaban a muerte. Unos y otros llenaron el alcázar de hechiceros, exorcistas, astrólogos, charlatanes, reliquias de santos, etc., traídos de toda España. La cosa llegó a tal extremo que la Corte de Viena, envió su propio exorcista. Si unos le hacían hechizos, los otros le hacían exorcismos, entre todos le hicieron todo tipo de perrerías, le obligaron a tomar terribles pócimas, e incluso le desenterraron al padre, para que le besara la frente. Todo ello para intentar que tuviese descendencia, cosa que no consiguieron.
Había infinidad de comentarios sobre la impotencia sexual del rey. Por su parte las reinas también las volvían locas por no tener hijos. Mientras tanto, el pueblo de Madrid tomaba todo a chirigota. De su primera esposa María Luisa de Orleans, decían los siguientes versos:
A pesar de ser extraña,
Sabed, bella flor de lis;
Si parís, París a España;
Si no parís, a París.
A los diez días de quedar viudo, se reunió la corte para buscarle nueva esposa. Había prisa por que no había heredero para el trono. Entre las propuestas, hubo una que proponía que la nueva reina fuese una viuda, y no una doncella, a fin de que la nueva reina tuviese conocimiento de las relaciones sexuales, y ayudara al rey en la tarea de la procreación. Al final la elegida fue Mariana de Neoburgo, por ser de familia prolífera, (su madre tuvo 23 hijos). A ésta le cantaban los madrileños:
Tres vírgenes hay en Madrid:
La Almudena,
La Paloma,
y la reina nuestra señora.
Al final de su vida, él mismo decía que estaba hechizado. Su muerte, antes de cumplir los cuarenta años fue horrorosa, confundía sus perros con brujas y hechiceros.
Después de este paréntesis, para exponer una pequeña parte de la lamentable vida de un rey, sigamos con el tema que nos ocupa.
Los conjuros que iremos viendo, como es lógico, se fueron perfeccionando a lo largo los siglos, consiguiendo así, enriquecerse y reunir una gran variedad de reverencias, todas ellas muy rebuscadas, que uno al leerlas queda asombrado de la imaginación que le ponían. También es curioso observar la fe que tenían en ellos, ya que alguna “receta” dice que, con tal de hacerla al pie de la letra, el caso queda resuelto. El que estaba muy sugestionado, quizá observase mejoraría, pero los inocentes niños, seguro que no, y posiblemente fueran muchos los murieran a consecuencia de tales pócimas.
Jesús Rodríguez López, cuando la trata la superstición en Galicia a finales del siglo XIX, lo hace como médico y como creyente, recogiendo así una gran cantidad de contradicciones, tanto médicas, como religiosas o paganas, lo cual hace muy interesante su obra.
Cuando se refiere al nueve, dice:
...Por descontado, a la noche de San Juan se le daba una importancia grandísima. Además de una porción de superstición que actualmente se conservan, se creía que el que a las doce en punto de la noche se bañase en el mar y recibiera nueve golpes de ola quedaba purificado de sus enfermedades, y, sobre todo, tenía una eficacia especialísima contra la rabia. El número nueve era, de los múltiplos de tres el que poseía mayores virtudes: hoy todavía, las gentes están preocupadas con dicho número para tomar baños, y, sobre todo creen que si no termina la temporada con impar, que no aprovechan.
Para mí, no hay duda alguna de que tomar baños de mar, baños termales o simplemente tomar las aguas termales, durante nueve días era sanísimo. Tanto el yodo del mar, como las distintas composiciones de las aguas termales son saludables. Y lo digo por experiencia, las aguas termales, fueron un gran alivio para mis problemas asmáticos. Pero creo que si en vez de nueve, fueran trece (a pesar de ser número maldito) hubieran sido mucho mejores. También creo que en aquella época había otras cosas que reforzaban el aprovechamiento de los baños, como:
Por higiene. Si nos remontamos algunas décadas (no muchas), para muchas personas, era el primer baño completo desde la niñez.
Por descanso. Nadie tenía nueve días de vacaciones.
O por la alimentación. La mayoría llevaba con el equipaje: las patatas, la carne salada de cerdo, los chorizos, los huevos, etc. Hacía la comida en la casa donde se alojaba. Comida que era más rica en carne y grasas que la de casa, y además no tenía necesidad de compartirla.
De tal manera que, entre la limpieza, el descanso y la fuerte alimentación, el cuerpo se lucía y engordaba. De ahí “mantidos”, nombre que nos daban en Caldas de Reis, a los que íbamos a tomar las aguas. En una farmacia que había al lado del balneario, mucha gente se pesaba el día de llegada, y a los nueve, antes de partir. Y había que ver como se celebraba el aumento de peso, muchas veces expresado en kilos. En esta época, la gordura era en síntoma de salud, el noventa y nueve por ciento de la gente estaba muy delgada, bien por la mala alimentación, por pasar hambre, por el esfuerzo del trabajo, o por enfermedad.
Sigamos con lo que dice Jesús Rodríguez en su libro. Después de lamentar el trato que recibían las personas, por las mordidas de un supuesto perro rabioso, dice:
A Santiago de Miraz llega el mordido y le encaminan a casa del aldeano que tiene las llaves de Sant´ Eutelo, llaves que se creen benditas y que sirven para abrir la puerta de la iglesia parroquial.
El aldeano dicho pone una llave, incandescente por un extremo, en la forja, y así, al rojo, hace con ella una cruz en la frente del mordido, cuyas carnes rechinan al chascarse, mientras el ignorante paciente se retuerce con el dolor entre los brazos de los fanáticos que le sujetan. Después va a casa del cura, que en presencia del mordido bendice el pan y agua que ha de tomar éste en nueve días, no cobrando por todo ello más que el valor de la jarra de agua y del pan. Al bendecir el agua le echa el cura unas arenas de sal para aumentar la eficacia, no sé si de la bendición, si del agua.
Habla de otras enfermedades y de las distintas supersticiones para curarlas. Describe la enfermedad, y da su opinión de la falta de rigor con que se llevan a cabo de las mismas:
El colleitizo, llamado también orballo (nada que ver con llovizna), es una de las muchas enfermedades o erupciones cutáneas del hombre, y, según la superstición de los paisanos, es ocasionado por una especie de efluvio maligno que creen dejan los animales ponzoñosos por donde pasan. Así es, que cuando se mudan la ropa interior, tienen cuidado de pasarla por la llama, para quitarle el orballo que hubiese podido dejar cualquier sabandija o animal que le tocase.
Durante nueve días se echa ceniza caliente sobre la parte enferma, teniendo cuidado de verterla en forma de cruz, como quien bendice repetidas veces. Entretanto, se está quemando por una punta un tallo de retama, sin que se haga brasa, y así, con el tizón ennegrecido y caliente, se hace una cruz sobre la parte cubierta de ceniza, diciendo al mismo tiempo:
Atizo cuchizo,
Qué ves aquí á buscar?
Con un tizón de xesta
Te teño de cruzar
Con cinza da lareira
E polvo do ullar.
Termina con un Padrenuestro y una Avemaría. (Como casi siempre).
En la zona de Fonsagrada, para curar la úlcera, viruela y lombrices de los niños, después de echar en un plato de fresno nueve cabezas de ortigas y nueve arenas de sal, hacen sobre el cuerpo del niño varias cruces y varios círculos, al mismo tiempo que recitan la oración siguiente:
Sal de salgar,
Ortiga de ortigal,
Márchate, úlcera,
Pro teu lugar,
Que nin crezas,
Nin avivezas,
Pol-o poder de Dios e da Virxe María.
Se repite nueve veces esta oración y se van echando en el fuego la sal y las ortigas.
Para curar la ictericia, se orinan nueve mañanas seguidas sobre una planta llamada marrubio (planta muy empleada en la medicina antiguamente), antes de salir el sol.
Entretanto se orinan por la planta, tienen que decir tres veces sin tomar aliento, las siguientes palabras:
A visitarte vengo, marrubio,
Entre la luna y el sol,
Que me quites la terciana
Y me vuelvas el color.
Alejandro Pérez Lugín hace varias citas de este privilegiado número en “La corredoira y la rúa”. El libro recoge una serie de crónicas que el autor publicó en distintos periódicos, y muchas veces describe los hechos con cierta sorna e ironía, expresándose con las voces tal y como las oía del pueblo:
Pra se curar la tiricia hay que ir en mayo nueve mañanas seguidas, al levantarse de la cama, a facer lo que ti sabes al pie de un roble, y se le dice:
A visitarte vengo carballo,
Entre la luna y el sol.
Sácame la calentura
Y devuélveme la color.
...Y un día la Cojita se sintió enferma. Se demacró su cara, tenía vahídos, “no aguantaba la comida”. Un mal extraño y asustante se le declaró de pronto. El vientre comenzó a hinchársele de un modo extraño y alarmante. La aldea se conmovió. Todas las comadres dieron su parecer y recetas. Pero el mal fue en aumento y se hizo preciso acudir a la Soula, curandera de alto prestigio en estos contornos, que diagnosticó segura:
Es el aire cativo e mais a paletilla que la tiene caída.
Y marcó una terapéutica de chuletas, vino de Castilla y un emplasto de entrañas sangrantes y calientes de palomo, siete pelos de gato negro, la raíz de un tojo bien machacada, tres hormigas y cinco padrenuestros para colocar sobre el vientre de la rapaza nueve días al salir el sol.
Como se ve esta receta no sólo recoge el nueve, sino que recoge todos los números impares.
Hay un capítulo dedicado a “ Las catalinas”, que el autor trata con humor y recochineo. Recibían el nombre de “catalinas”, las mujeres aldeanas del interior de Galicia que, se desplazaban a la orilla del mar para tomar los baños como medida terapéutica. En mi juventud íbamos a la playa de Riazor a ver a estos personajes, que nos valía de diversión y pornografía playera. Se bañaban con una enagua muy fina, que una vez mojada transparentaba todo. Como no sabían nadar, se ponían al golpe de las olas, con el riesgo de que en un descuido, un fuerte golpe de mar las tiraba, y mientras ellas braceaban sin ton ni son, la enagua sólo le tapaba la cabeza. Para cambiar la ropa, se reunía un grupo de media docena junto al espigón que hay en la playa, y bien fuera porque la sábana que tenían, no las tapaba bien, o por que alguna del grupo disfrutaba dejando las compañeras en pelotas, el caso es que nosotros desde lo alto de la Rotonda, aplaudíamos la escena. Escena que en aquellos tiempos era lo único que estaba a nuestro alcance y, esto siempre y cuando el escrupuloso Guardia Municipal de turno, no viniera echarnos fuera, de nuestra privilegiada panorámica.
Hace algunos años, el actual alcalde de A Coruña, el Sr. Vázquez, entre las muchas cosas que hizo por la ciudad, también tuvo la idea de levantar un monumento a estas mujeres, enfrente de la playa de Riazor.
Esto es lo que dice el Sr. Pérez Lugín, de las “catalinas”:
Las “catalinas” cumplen a conciencia su papel de bañistas. Ellas vienen a bañarse y no hacen otra cosa. El número de baños que debe tomar cada “catalina” ha de ser impar forzosamente, ineludiblemente, inexorablemente. Si no son impares no prueban los baños. Generalmente son nueve; rara vez siete.
Como la vida fuera de casa, y más en estas playas de lujo y en estos hoteles de pretensiones, es tan cara, las “catalinas” han encontrado el remedio de economizar abreviando la estancia en el balneario. El médico les ha recetado nueve baños, y ellas cumplen la prescripción tomando uno por la mañanita, otro al mediodía y otro por la tarde -”como non ll´e tenmos outra cosa que´ ll´e facer..”- y así en tres días y con tres realitos han rematado su temporada.
Pegerto Saavedra, también hace referencia al nueve, en “A vida cotiá en Galicia de 1550-1850”. Todo el libro recoge infinidad de citas históricas, tomadas principalmente de los archivos parroquiales. Cuando trata la “Predicación, creencias y practicas religiosas”, describe distintos desordenes que se cometían en el ámbito de la Iglesia, y que algunos obispos pretendían arreglar, sin conseguirlo. Muchos de estos desordenes eran cometidos por parte de los curas y frailes, aunque en el caso que vamos a exponer, más bien querían echarle la culpa a las feligresas:
En Caldelas, el capuchino Caravantes se encuentra, hacia 1675, conque varias mozas creían que las almas de los que penaban el Purgatorio transmigraban a sus cuerpos, y decían que estaban “espiritadas” y que tenían que visitar ciertos santuarios: “los inconvenientes que se seguían de ficción tan horrorosa fácilmente los infiere la cordura, considerando una continua vaguación de sexo tan frágil como el de las mujeres mozas, que con el pretexto de que las conjurasen andaban buscando ministros de pocos años, en cuyas casas se estaban nueve días, e iban con ellos a las romerías y santuarios”.
La “Historia de Galiza” dirigida por Ramón Otero Pedrayo, señala con nombres muy específicos, infinidad de casos de superstición. De los dos amplios tomos que componen la obra, dedica un tercio del primero a hablar de: mitología, religión y superstición. Con lo cual queda claro, que la historia de Galicia gira en torno a los tres ejes citados. Como ejemplo del amplio y enrevesado que es este tema, veamos lo que dice sobre como protegerse de las brujas:
Los medios que hay para protegerse contra las brujas son tantos que no hay modo de referirse a todos. Hay medios apropiados de dos clases: religiosos y mágicos. Entre los primeros están los escapularios, el agua bendita, la señal de la cruz, os rescritos, (conjuros escritos) las palabras de San Juan gorgoriteadas y, en general las que llaman “cousas boas”. Es bueno renegarlas siempre que se hable de ellas, mejor invocando algún santo; hay fórmulas muy usadas: “arrenégote demo, meigas fora”, “San Silvestre, meigas fora”, “arrenégote, mañá e martes”. El Padre Sarmiento habla de una campana que había en Cangas, que espantaba las brujas; lo mismo dicen en Dozón de un libro que tenía un cura de allí.
Medios de carácter mágico son el traer consigo ajo y perejil, o ruda, una cabeza de vaca loura (ciervo volante) o los cuernos de este bicho, una bolsa con dos patas de topo, lo cual debe llevarse tres meses, rezando todo los días un padrenuestro (a pesar de estar en la parte mágica) por la bruja; clavar una herradura vieja en la puerta de casa; traer al cuello durante nueve días una bolsa con tierra de nueve camposantos; poner en una viga una bolsa con un rescrito envuelto en un ajo; plantar en la huerta ruda de tres ramas.
Se hacen también una gran cantidad de operaciones y de fórmulas: cuando se pasa por donde se piensa que hay brujas, hacerle cuernos con la mano diciendo: “meigas fora”; cuando se ve venir una que se sospecha que lo es, o se ven las brujas en figura de luces, trazar en la tierra un círculo con una o tres cruces y meterse dentro; clavar en la tierra una navaja, para que las brujas se metan en el agujero; salivar en una cruz hecha en el suelo; es de mucha usanza que los hombres, cuando pasan por el lugar donde hay brujas echen la camisa fuera del pantalón.
Cuando trata Restos de cultos pagans, dice:
El agua del mar tiene virtudes para muchas cosas. De ahí el rito de “tomar as nove ondas”, que hacen las rapazas que tienen miedo de estar “enfeitizadas”, o padecen dolencias desconocidas. El rito, según la versión recogida hasta la fecha, consiste en meterse en el mar y dejar pasar por encima del cuerpo nueve olas. Este rito se practica en la playa de La Lanzada.
En Paderne Allaríz, hay un manantial que surge de una peña que tiene forma de oído. Los sordos pueden curarse lavando en ella los oídos nueve días seguidos y poniéndose aceite de la lámpara de la capilla que está allí próxima.
En Velle (Ourense) una mujer que tenía un hijo “entangarañado” consultó a un hombre “sabido” que le dijo: “Tienes ir nueve veces seguidas a una fuente que nunca se seque. Y as de ir pasada la media noche y antes de rayar el sol, recogerás el agua en una jarra, y cuida que al volver no te caiga fuera una gota. Y al cogerla tienes que repetir unas palabras”. La mujer hizo como le dijeron, mojando con el agua aquella al niño. Y el niño se curó.
Contando nueve estrellas nueve días seguidos, se sueña con el hombre o la mujer con quien se ha de casar. Marcando una estrella en el cielo y después una parte del cuerpo, y diciendo: “Estrela alí, verruga eiquí”, en el sitio señalado nace una verruga.
Al hacer referencias A Fe e o sentimento relixioso, dice:
El culto a San Benito debió ser extendido por los monjes de la Edad Media; aun después de ser echados de los monasterios, lo propagaron los exclaustrados, por donde quiera que fueron, y le hicieron ermitas y santuarios nuevos como en Allariz. Le invocaban para forúnculos y tumores, para verrugas, dolores en la piel y males extraños y también como protección de animales enfermos: en Cambeo los llevan a dar nueve vueltas alrededor de la capilla del santo rezado nueve padrenuestros
En el apartado que describe, Persoas con poderes supranormás, cita los siguientes personajes: O Saludador, o vedoiro, o pastequeiro, o baluro, bruxos e bruxas, os temporeiros, sabios e sabias, y termina citando a otras personas con misterio como: los gitanos, los boticarios y los locos.
Del saludador dice: “Saludador” quiere decir “dador de salud”, aunque no es ésta su única propiedad. Puede ser hombre o mujer. La virtud le viene de nacimiento: es una hada, desde luego, una buena hada, que le viene de ser o el séptimo o noveno hijo de una madre que tuviese seis u ocho hijos seguidos, todos varones, sin interrumpirse con ninguna hija; o de ser la séptima o novena hija, en las mismas condiciones...
En San Salvador de Balboa, una vieja curaba el reuma pasando una pierna nueve veces por el miembro enfermo.
Al referirse a la Bruxería e artes máxicas, da una serié de recetas para “sacar o aire”. Recetas que desconocían en Fornelos, ya que a mí que me “sacaron o aire” muchas veces, nunca me aplicaron las que se citan este libro. La que más asemeja, aunque más sofisticada, es la que viene a continuación:
Para cortar “o aire” de los niños en general, hay que ir coger, al mediodía, agua de siete borbollones o de siete fuentes sin hablar con nadie. Al llegar a casa, se mezcla el agua con ceniza y se lava el rapaz a contrapelo en una pila de cuatro esquinas; mudándole la ropa, poniéndole la nueva ahumada con laurel, y se lava también la cuna en donde duerme secándole con paño de “lamanisco” (imitación al paño de damasco). Mientras dura la operación, el que la hace no puede hablar sino solamente decir las oraciones sagradas, pasando varias veces al rapaz de sus brazos a los de la madre y viceversa. El agua sucia se guarda en una olla virgen y, al cabo de nueve días hay que vaciarla hacía atrás al pie de un cruceiro a las doce de la noche.
Cuando se refiere A infancia, da solución a infinidad de problemas:
Para la úlcera de los niños de pecho, echan en un plato tres arenas de sal, tres carbones del hogar y tres gotas de aceite, mojan en el un ramito de oliva, y hacen cruces en la lengua del enfermo, diciendo:
Detrás daquel outeiriño
está San Lázaro a chorar.
-Por qué choras, Lázaro?
-Porque teño unha úrcera urceral
que non me deixa comer nin falar.
-Pois cala, que che ha de pasar;
con tres areas de sal,tres carbonciños do lar
e tres pingueiras de aceite de olivar.
Un Padre Nuestro e unha Ave María
pola gracia de Dios y de la Virgen Mar
Nueve veces al día, durante tres días, y se cura.
Más grave es el “enganido”, dolencia que “se infunde el cuerpo de los niños y no les deja andar ni crecer, ni engordar”. No está bien claro si es o no lo que en otros lugares llaman “tangaraño”, que los médicos interpretan comúnmente por raquitismo, llegando a estar “tolleiros” (tullidos), como dice Curros Enriquez en una poesía muy conocida. Hay muchos remedios para el “enganido”. En ellos predominan tres ideas: “a das tres Marías, a do carpinterio e a das gallas dos árbores”, que casi siempre se mezclan.
En Cotobade, tres Marías llevan al niño a una casa distante de la suya, y cogen un pedazo de pan y un “neto” de vino. En la cocina a la orilla de la artesa, se ponen formando un triángulo, y van pasando el pequeño de una a otra, nueve veces, diciendo:
-Toma, María
-Qué me dás ahí?
-O Enganido.
-O Enganido non cho quero,
que quero a Fulano (o nombre do rapaciño)
A veces interviene los Santos, mezclados con prácticas mágicas. En Trasariz, una persona lleva el niño a la ermita de San Vicente, sin hablar con nadie que se cruce en el camino, quita al niño toda su ropa y la echa en el tejado, le pone una nueva y lo pasa por debajo del Santo nueve veces, haciendo otras tantas cruces, regalándole una vela de cera al Santo y vuelve de la misma manera que fue.
En Beariz, un curandero no hacía más que pasar al niño nueve veces por entre las piernas, dando vuelta alrededor de cada una, haciendo un ocho.
Cuando se refiere A festa de San Xoán, describe los muchos ritos que se celebran durante la noche mágica de San Juan. Noche de milagros y de encantos. De todas ellas sólo nos quedamos con una:
Para curar el bocio y otras enfermedades, es bueno beber esta noche después de las doce, agua de nueve fuentes.
En “La Galicia insólita tradiciones gallegas”, Antonio Fraguas y Fraguas, nos hace muchas referencias al nueve:
Así, al referirse al Nacimiento e infancia dice:
Entre las aguas que mayor misterio encierran están las de La Lanzada, donde se mezclan creencias muy diversas relacionadas con los muertos, los espíritus y los misterios de la noche de San Juan. Nos parece que la misma capilla no es más que la cristianización de un lugar de importantes y persistentes cultos paganos. Para atender muchas preocupaciones se acude a esta playa, y una de las mayores es conseguir tener familia. El sistema consiste en acudir a la playa a las doce en punto de la noche o al canto del gallo, y esperar las nueve ondas de la noche de San Juan.
También se utiliza el baño casero con agua de nueve fuentes recogida la noche de San Juan, antes de salir el sol.
Durante mucho tiempo, en la mayor parte de Galicia, se tocaban las campanas a parto cuando se presentaban dificultades a la parturienta. Los campaneros tocaban a petición de la familia de la interesada. El toque consistía en dar nueve campanadas, repitiendo dos o tres veces conforme lo estimasen necesario. El toque tenía como misión que la gente rezase para que la Providencia prestara auxilio a la parturienta. La costumbre fue cayendo en olvido o fue suprimida como ocurrió en Santiago, en donde el Concejo acordó, el 17 de junio de 1841, prohibir el toque de campana para tal súplica.
A los dos años o antes el niño debe hablar y si no lo hace empieza la preocupación de los familiares. A veces le dicen palabras mal sonantes que dicen que son las primeras que aprenden y cuando ni siquiera estas palabras dicen procuran conseguirlo por medio de una curiosa petición por las aldeas. La madrina lleva al ahijado en abrazos y con los pies metidos en un fol. Tiene que pedir nueve limosnas y cuando se presenta a una puerta dice:
Unha limosna o bode
ven cos pes metidos nun fol
quere falar, e non pode
La madrina, con el maíz que junte o trigo o centeno, tiene que hacerle nueve bollos y el niño tiene que comerlos todos. Las limosnas son para San Bernabé a donde llevan muchos pequeños para que sean diestros en hablar.
Una enfermedad muy temida es el Enganido, ánganido, tangaraño y enguenido, que de todas maneras se llama (...). En la comarca de Vimianzo iban tres Marías y una meiga o sabia. La meiga cogía una rama de un árbol y pasaban por encima el niño diciendo:
- María, toma un guido
- Me lo das muerto o me lo das vivo,
porque el vivo es confortativo
e morto non é conforto.
A continuación rezaban un Padrenuestro por un muerto que hacía pocos días que falleciera. Lo hacía nueve veces, y si la rama secaba, le pasaba el enganido y había sido producido por el aire del muerto. No deja de ser curioso que se seque el árbol, como si la enfermedad pasara al vegetal.
Quizá sea más curioso, tener que esperar cientos de años, para comprobar que los árboles en Galicia, sólo se secan, cuando le plantan fuego al monte. Parece lógico que cuando se hacía una cosa que no se podía demostrar, se atribuyera a tener fe. Pero cuando había un árbol como testigo, que nunca secaba, ni siquiera vale el dicho de que, “la fe mueve montañas”.
Enfermedad bastante pesada la forman las lombrices. Para curarlas se le da un corte dejando una, porque todos tienen que tenerla para vivir. En Loureiro se cortaban con un cuchillo o una navaja de acero. El niño estiraba la mano derecha y se la cogía de la persona que las cortaba. Con el cuchillo iba haciendo cruces en el aire y diciendo:
Fulano ten lombrigas.
Se tes nove, que che queden oito,
se tes oito, que che queden sete,
se tes sete, que che queden seis,
se tes seis, que che queden cinco,
se tes cinco, que che queden catro,
se tes catro, que che queden tres,
se tes tres, que che queden duas,
se tes duas, que che queden unha
pra que luzas e medres
coa gracia de Dios e da Virxen María
con un Padrenuestro e unha Ave María.
En las páginas dedicadas a los Casamientos, también aparece el nueve. En esta caso más que como magia, era como una rutina:
De humorismo eran las “Cinzarradas” que se hacían a los viudos, fuese él o ella, que no pagaban para una fiesta y aun así salían en las coplas. La ceremonia duraba nueve noches y en todas se tocaban cuernos, calderos, todo lo que podía hacer ruido y se improvisaban coplas cubriendo con un mote los nombres de los contrayentes. En algunos lugares también se hacían cuando una chica joven se casaba con un viejo. El último día, si antes no venía la Guardia Civil a disolverlos, hacían el entierro con un gracioso planto.
Jorge-Victor Sueiro y su mujer Amparo Nieto en su libro “Galicia – Romería interminable”, centran la mayor parte su trabajo en las grandes romerías gallegas. Leerlo, me recordó los peregrinajes que de niño viví en compañía de mis padres; mayormente de mi madre. Estuve en casi todos los santuarios que citan (y otros muchos) en la provincia de A Coruña, y en uno de Pontevedra, (la Virgen del Corpiño).
Recuerdo los distintos ritos en las fuentes del santuario: beber el agua o lavarse y tender luego los pañuelos o los hábitos utilizados para secarse. Los exorcismos que le hacían a los posesos para sacarle el demonio del cuerpo: ¡Bota o fora! o ¡Bota fora o demo!. Ver como sangraban las rodillas después de dar varias vueltas al santuario o de ir de rodillas varios kilómetros hasta llegar al santuario, rezando durante el trayecto, con un cirio en la mano del tamaño de la persona por quien se pedía tal sacrificio. Observar lo que recaudaba el cura que regentaba el santuario (muchas veces pequeñas ermitas) con las promesas que habían contraído los devotos con el santo. Ofrendas que eran verdaderas fortunas, y que varias personas se encargaban de recoger sin mirar a la cara de quien las entregaba, casi siempre personas con muchos problemas tanto de salud como económica, que muchas veces entregaban lo que necesitaban para poder subsistir. Dichas ofrendas podían ser en: dinero, cereales, ganado mayor y menor, velas o exvotos de cera que representaban la cabeza, extremidades o cualquier parte del cuerpo.
Los billetes, se prendían del manto del Santo o de la Santa con imperdibles. En la Virgen del Corpiño se confundían así los billetes verdes (mil pesetas, los de más valor) con el manto de la Virgen. También se recogía el dinero en cestas por entre la multitud de romeros. Si el devoto no tenía cambio, se lo decía al sacristán o al encargado para que le diera la vuelta. Esto tan simple, no ocurría en todas partes, ya que una vez que mi padre me llevó al médico a Santiago, fuimos a la catedral, y allí quiso hacer una pequeña ofrenda. Depositó un billete de cinco pesetas (eran los años 1948 ó 1949) y le dijo al lego o monaguillo (iba vestido con sotana), que le devolviera tres o cuatro. Este le respondió que de la cesta no se podía retirar nada, y se quedó con el duro. Mi padre se cogió tal rebote, que no sé, si las pesetas extras, le darían para compensar la penitencia.
Donde nunca estuve, fue en los distintos santuarios de Galicia, en que se celebran procesiones con ataúdes. Estos ataúdes llevan dentro a los enfermos que se han salvado por la intercesión del santo.
Veamos lo que dice Jorge-Victor y Amparo sobre el nueve.
En el capítulo dedicado a San Andrés de Teixido, hace varias referencias a la mora Zulema y dicen:
Sánchez Dragó en su “Gárgaris y Habidis”, da una interpretación de carácter fálico-generador al romance de la dama Gelda. Y es que una vez deshecho el encanto, la mora Zulema, la señora de Gelda -llamada Saura Rosa y Gelda misma-, va a San Andrés y éste les dice que tomen las nueve ondas antes de la salida del sol, llevando en las manos nueve hojas de olivo.
Estuve varias veces en San Andrés, y seguro que hay alguna cala cerca del santuario que yo no vi, de lo contrario me extraña mucho que San Andrés, mandara bajar por los acantilados que se ven desde la fuente, con las manos ocupadas con las hojas de oliva y de noche. De hacerlo por allí, difícilmente pasarían de la primera onda.
Cuando habla de San Campio, dicen:
Un dato curioso de este santuario es que no tiene fuente –culto tan famoso y repetido en otros lugares y cuyas virtudes milagreras son tan reconocidas por los paisanos-. Pero no hay que preocuparse por la falta de esta fuente en San Campio, porque en el vecino santuario de la Virgen de Rial hay una fuente en donde se realizan los ritos correspondientes. Antes de visitar a San Campio, los romeros se lavan las manos y la cara en dicha fuente y después se dan nueve golpes en la frente con una piedra mojada, que existe allí para este menester. También mojan pañuelos en el agua y allí los dejan, pues con ellos se supone que quedan también los males. Después hay que dar una vuelta alrededor del crucero vecino, haciendo seis giros en un sentido y tres en otro, al contrario. Terminan besándose unos a otros y golpeando con la cabeza al pie del crucero –“Santuarios de Galicia, Juan José Cebrián Franco”-. Cumplidos estos requisitos en el santuario de la Virgen del Rial, ya se puede visitar a San Campio y pedirle las cosas más inverosímiles, desde que nos cure de la locura, hasta que nos guíe en largos viajes y hasta que nos proteja de la guerra.
También estuve en San Campio, y recuerdo estar en la fuente de la Virgen del Rial, y muchas cosas más de aquel viaje, pero no recuerdo para nada, el rito de los “golpes” ni el de los “besos”. Fui a este santuario en dos ocasiones, el año anterior a entrar en quintas y el que me licencié. Mi madre le debió pedir al Santo, que nos librara de las guerras, al menos, mientras permanecía en filas. Es una pena que Doña Bárbara, madre del presidente de EE.UU, George W. Buch, no tenga las mismas ideas, y mande a su hijo, a dar una vuelta por San Campio. A lo mejor se encontraba con la sorpresa de recibir un beso, en vez de un cañonazo.
En Santa Mariña das Augas Santas, describen un sinfín de leyendas relacionadas con esta Santa gallega. A mí también me contaron otra, cuando al visitar el museo de Roncesvalles, vi en una vitrina una reliquia de un brazo de Santa Marina. Me acerqué a la guía y le pregunté, si correspondía al de mi paisana o era de otra. Me explicó lo que dice la leyenda de cómo llego a aquel destino, y que efectivamente se trataba de Santa Mariña. Por otro lado no era de extrañar, ya que la mayoría de los santos están mutilados, y sus reliquias aparecen esparcidas por el mundo adelante.
Dentro de la magia y la leyenda de Santa Mariña, citan una que Pedro Frutos relata en su libro “Leyendas Gallegas”:
Se trata de las “Nueve Infantas de un parto” en la que se hace referencia a Casilda, esposa del cónsul Lucio Catilio Severo, quien había dado a luz, en una aldea próxima a Bayona, nueve hijas en un solo parto. Avergonzada, en lugar de sorprendida por tal proeza, no se le ocurrió mejor cosa que encargar a un criado que matara a las criaturas, tirándolas al agua. Pero éste, compadecido, no hizo caso a su criminal señora y dejó con vida a las nueve niñas. Sin embargo, el cabo del tiempo, y por su condición de cristianas, las nueve doncellas sufrieron martirio. Estas serían luego santas Eufemia, Librada (que murió en la cruz), Santa Barbada, a la que le viene su nombre porque se hizo crecer la barba en el rostro para eludir a un enamorado rijoso y, naturalmente, nuestra entrañable Santa Mariña, que llegó a ser la más afamada. Se afirma que el verdugo de las doncellas fue su propio padre. Hay que reconocer que tenían por fuerza que ser santas con los monstruos progenitores que les tocaron en suerte. Al parecer, las nueve hermanas santas quisieron estar tan unidas que sus capillas están enclavadas en lugares estratégicos de forma que cada una ve a las restantes.
Manuel Murgía en su magnifica obra “Galicia”, hace muchas referencias del nueve con la cultura celta, como ejemplo, citaré dos casos que se daban fuera de Galicia:
... era común entre los irlandeses la creencia de que ninguna enfermedad contagiosa podía franquear el intervalo de las nueve ondas, y tanto que los irlandeses cristianos “atribuían a la distancia de las nueve ondas un poder mágico en cuya protección no habían cesado de creer”. Taliesin dice: “yo he sido formado por la tierra, por las flores de ortiga, por el agua de la novena onda”. Sin duda en la antigüedad céltica, el número nueve era litúrgico.
En la Bretaña creen las jóvenes que si no visitan nueve fuegos no se casan en el año. Es ésta nueva aplicación del número nueve a cosas que se refieren a la noche de San Juan. Es fácil que se encuentre también en Galicia.
Cuando D. Manuel trata el Culto al agua, podemos leer:
En un romance popular que data sin duda alguna del siglo XVI, la sabia, o buena hada, que desencanta a las que eran víctimas del sortilegio de las brujas, les ordena la purificación con estas palabras:
As nove follas de oliva
Francisco Fernández del Riego en su otra titulada también “Galicia”, cuando en su recorrido pasan por el Monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, hace el siguiente comentario:
Según cuenta la tradición sirvió de refugio a nueve obispos santos. Igual por eso ostenta como blasón un conjunto de nueve mitras.
El periódico “El País” del 21 de agosto de 1994, en una noticia titulada “Nueve granos de maíz contra el mal de ojo”. Cuenta una historieta de un vecino Vimianzo - A Coruña, donde dice que recibe encargos maliciosos, y describe de una manera bastante sosa lo siguiente:
Nueve granos de maíz en una encrucijada de caminos para que la tierra se vuelva estéril, un huevo duro tras la puerta y la casa ajena se llenará de ruidos.
Como punto y seguido a este trabajo (espero seguir añadiendo otros casos), copiaré lo que yo expresé en mi libro “Ancestros y vivencias”. Todo lo que expuse, fueron experiencias propias, apenas había leído sobre este tema, por consiguiente no hubo influencia de otros autores. Lo mismo podía decir del resto del libro, su éxito se debe sin duda a que, todo lo que figura en él son simples vivencias.
Cuando me refiero a las aguas termales de Caldas de Reis, en: Mis historias... médicas, digo:
... Mi padre, viéndome tan contento, se marchó a casa. No obstante, a los dos días vino mi madre que estuvo conmigo hasta completar los nueve, número mágico en Galicia.
Dentro de Primeros auxilios y medicamentos, cito varios remedios de carácter supersticioso. Uno de ello dice:
Cuerpos extraños en los ojos.- Cuando se le metía a uno una arenilla, etc. en el ojo lo mejor era... escupir nueve veces.
Y cuando me refiero O aire, hago un resumen de los males atribuidos a esta superstición, y de su tratamiento, basados en métodos empleados en mi persona:
...Uno de los métodos era el de las hierbas del día de San Xoán o espadanas (espadañas) del día de Corpus. Estas espadañas se esparcían por donde pasaba la procesión del Santísimo y nada más pasar se recogían. Para sacar “o aire” sé quemaban lentamente sobre una teja en la cocina. Yo le daba las manos a Máxima y dábamos nueve (siempre nueve) vueltas alrededor del humo, al tiempo que ella decía unas oraciones. Nada más terminar de hacerlo, y siempre según sus apreciaciones, ya se me notaba la mejoría. Lo que ocurría era que esa mejoría debía ser transitoria, pues esta operación se repitió muchas veces. Máxima también me aplicó el método do “pexegueiro” (pérsigo), árbol frutal muy típico de Galicia. El sistema era similar al del humo pero las vueltas se daban alrededor del “pexegueiro”. El remedio daba resultado si el arbolito se secaba. En mi caso, que yo sepa, nunca sucedió. Este árbol debía ser lo más joven posible y por este motivo en verano, cuando comíamos su fruto, tirábamos el hueso en la huerta para tener árboles para sacarme “o aire”.
Otro procedimiento era el de recoger nueve “toxos” (arbusto típico de Galicia) de nueve casas donde viviese una mujer que se llamase María, quemarlos, etc., etc.
Si nos fijamos en el árbol y en el arbusto empleados en estos conxuros, podemos observar que ambos son autóctonos. Con lo cual su origen debe ser celta y gallego.
Como damnificado de estos últimos conxuros, debo aclarar que, a pesar de ser crítico con ellos, reconozco que estaban tan arraigados (recordemos el ejemplo de Carlos II), que la gente no se paraba en apreciar sus resultados. Estoy convencido de mis padres no creían en ellos, pero como tenían un hijo enfermo, no dudaron en recurrir a todo lo que tenían a su alcance; me llevaron a médicos, santos y meigas, todo a la vez y no cesaron hasta que vieron mí recuperación, lo cual es comprensible.
Por último quisiera hacer unas referencias al demonio, personaje inolvidable. Las brujas eran sus grandes aliadas, él estaba presente en todos sus conjuros y aquelarres, y, aunque me imagino que seguirán unidos, el demonio parece que cayó en desgracia. En mi niñez era incluso más famoso que el mismísimo Generalísimo Franco. Hoy apenas se habla de ambos, mis nietos no preguntan por ellos (ni falta que les hace), pero yo lo echo mucho de menos (me refiero al demonio). Teníamos grabada la imagen de un ser, con orejas, cuernos y rabo largo. Hay muchas pinturas y caricaturas que lo representan de diversas formas. Madrid fue más lejos, y dedicó una preciosa estatua al Angel Caído en los jardines del Retiro, honor que al parecer no comparte con otras ciudades del mundo
Era un suplicio y una lucha constante para los niños. O estábamos con el ángel malo (el Angel Caído) o con el ángel bueno (el Angel de la Guarda). Todas las malas acciones eran culpa del demonio. Nos hacía pecar y hacer el mal, su mayor deseo era llevarnos al infierno (tampoco hoy se habla del infierno). Para librarnos de sus acciones, sólo teníamos el recurso de santiguarnos. Recuerdo una de las primeras veces que fui al catecismo, y D. Juan, (el párroco) nos dijo que, al entrar en la iglesia teníamos que santiguarnos, para dejar fuera el demonio, ya que éste nos esperaba detrás de la pila del agua bendita, para tratar de engañarnos. Jamás me olvidé de santiguarme, ni de mirar para la pila, a ver si le veía. A la salida de la iglesia, de nuevo estaba conmigo, así, si al llegar a casa hacía alguna trastada, mi madre me decía: tes o demo no cuerpo.
Había infinidad de frases relacionadas con el demonio: Mais ruin con demo, así paga o demo a quen o sirve, parece cousa do demo, que o leve o demo, iste rapaz é o demo, etc.
En fin, “pobre diablo”.
Madrid, 10 de diciembre de 2004
Ramón Romar López